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Hemos visto en escritos anteriores que el ejercicio físico mejora la confianza en uno mismo, reduce los pensamientos negativos recurrentes, mejora el sueño, la ansiedad, la cognición y es un mecanismo para aumentar los contactos sociales, lo que debería influir, a priori, en la sintomatología depresiva.

En este sentido, hace algunos años comentamos un estudio de Jesús López-Torres Hidalgo, et al publicado en    Ann Fam Med. 2021 sobre la efectividad de la actividad física en la sintomatología depresiva en pacientes mayores de 65 años con criterios de padecer depresión y durante un seguimiento de 6 meses. Lo interesante del mismo es que eran pacientes seguidos desde tres Centros de Salud (CS) españoles (10 cupos de médicos de familia). En este se incluyeron a 347 pacientes; unos solo hacía un programa de ejercicio físico (176) y otros en tratamiento con fármacos antidepresivos (171). A los 6 meses, en el grupo de tratamiento con antidepresivos, como era de esperar, hubo más personas que mejoraron la sintomatología depresiva que en el del ejercicio físico (45,6 frente al 32,9%), aunque lógicamente en este se registraron menos efectos secundarios    (8,9 frente al 22,5% del tratamiento farmacológico). Pero, aunque los resultados no fueron los esperados a los 6 meses, si lo fueron al inicio y sobre todo se destacó que al menos un tercio del grupo de ejercicio físico redujo la sintomatología depresiva frente al 50% del tratamiento farmacoterápico.

Y es que ya sabíamos desde hace años («Es Diari»    27-10-2017: 18) por el estudio HUNT (Health Study of Nord-Trøndelag County) un estudio noruego en el que tras el seguimiento de una población de 33.908 adultos mostró que no hacer ningún ejercicio físico frente a un ejercicio físico aeróbico al aire libre (caminar, correr, e ir en bicicleta…) de al menos 1-2 horas a la semana se aumentaba hasta en un 44% el riesgo de depresión.

Pero no solo ejercicios aeróbicos, si no también comentamos que los ejercicios de resistencia (levantamiento de pesos, ejercicios de fuerza que se realizan en los gimnasios) con los que aumentar la potencia muscular y la masa muscular esquelética, vimos que son útiles («Es Diari» 22-03-2019), según nos demostró un metaanálisis de Gordon BR et al publicado en JAMA Psychiatry sobre 33 ensayos clínicos que incluía a 1.877 pacientes con una media de edad de 52 años. Según éste, los ejercicios de resistencia estuvieron asociados con una reducción significativa de los síntomas depresivos, mostrando que por cada 4 individuos que realizaran estos ejercicios físicos uno de ellos prevendría los síntomas de la depresión.

Y realmente es un tema que no acaba, del que continuamente surgen estudios que refrendan o matizan las conclusiones. En este caso, se trata de un metaanálisis de Michael Noetel et al. publicado en BMJ el febrero pasado, y sobre 218 ensayos clínicos con un total de 495 brazos y 14.170 individuos con depresión.    Ensayos clínicos que incluía diferentes ejercicios, desde aeróbicos (caminar, correr, bicicleta...), de resistencia, ejercicios de estiramiento, relajación como yoga, tai chi y se compararon con otros tratamientos para la depresión, desde tipo terapia cognitivo-conductual, farmacoterapia    (inhibidores selectivos de la captación de    la serotonina) hasta tratamientos combinados.

En comparación con los controles activos (terapia habitual), se encontraron reducciones moderadas en la depresión al caminar o correr (n=1210), yoga (n=1047), entrenamiento de fuerza (n=643), ejercicios aeróbicos mixtos (n=1286), y tai chi o qigong (n=343).

Según este metaanálisis el ejercicio físico sería una terapia eficaz para resolver, controlar incluso ayudar al tratamiento de pacientes con depresión.

Los efectos del ejercicio fueron proporcionales a la intensidad con que practicaron. Recalcan que el entrenamiento de fuerza y el yoga parecieron ser las modalidades más aceptables.

Este metaanálisis vendría de alguna manera respaldar las conclusiones de los estudios que hemos comentado en la introducción.