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Belén.... en desahucio

«José, ¿es verdad que has vendido el asno y el buey? El milagro no es que tú seas virgen, María, sino ¿cómo llegar al fin de mes?»

Este chiste en boga bien habla de cómo sería la situación de la familia de Jesús al celebrar este año la Navidad.

Si bien el Belén ensalza el acontecimiento que se recuerda en papel cartón, terracota o tallas... la solidaridad de éste con nuestro momento socio-económico actual no puede pasar en alto.

Como en un microcosmos vivo el Belén... en desahucio contiene todo lo que una sociedad fragmentada que cuestiona actualmente sus valores y significado propios, siente en el contexto histórico dado: Dudas, desahucios, suicidios, desfalcos, emigrantes, peligros, amenazas, cárcel, austeridad, huelgas, esperanza, voluntariado, solidaridad, sueños, milagros...

El factor sorpresa de este Belén... creo que lo sintió este judío, que escondido en una cueva de Colonia durante la última guerra mundial, dejó escrito en las paredes: «Creo en el sol aunque no brille . Creo en el amor aunque no me arrope. Creo en Dios aunque se calle...».

En los caminos y las calles que atraviesan tal Belén en crisis hay una etapa sin sol, sin amor, sin Dios.

Este Belén otro... se manifiesta precisamente en el vacío del cielo infantil.

Pateándolo, el individuo no encuentra ningún recurso exterior en que asirse, ninguna institución que le proteja, en el que se le niega igualmente el consuelo de la presencia divina dentro del sentimiento religioso infantil... y en definitiva en el que uno no puede triunfar si no es en el foro de su conciencia.

En una de sus «Cartas a un joven poeta», Rilke apunta: «¿No ves que todo cuanto sucede es siempre un comienzo? ¡Hay tanta belleza en todo lo que comienza...!»

Prestar atención a lo que no existe aún es presentir un acontecimiento, es detectar por pura intuición una fuente completamente escondida en el desierto, es percibir como en las más pequeñas cosas se esconden secretas maravillas.

Sentir el Belén solidario... es oír el clamor de la cualidad humana que se esconde en los desgraciados, verlos con una mirada distinta de la que se dirige a los objetos, escuchar verdaderamente sus voces cuando se percibe el timbre cálido de una palabra...de un nombre...de unos apellidos.

Martín Buber en una leyenda Hasídica habla de «Yehiel» que jugaba al escondite con un compañero y que se ocultó en un lugar muy bien escogido. Pero a fuerza de esperar a que le descubriera su amigo, empezó a sentirse inquieto y acabó saliendo del escondite y fue entonces él quien se puso a buscar a quien debía encontrarlo a él...su compañero se había ido, desinteresándose completamente del juego, abandonándolo cruel y despreocupadamente a su suerte...

Es exactamente lo mismo que ocurre cuando el Belén está en desahucio y olvidado, nadie se apresura a hallarlo por lo que es:

¡Yo me llamo «Belén»!

Manolo Bonet Fuster