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También la primavera de este 2014 deseó sumarse al día del libro. A pesar de la crisis que se vive y se respira en nuestra ciudad, no hay más que observar la cantidad de comercios cerrados, los carteles de las inmobiliarias anunciando «Para vender», los curriculum que viajan por correo  intentando  alcanzar el sueño del siglo. Un puesto de trabajo.

A pesar de todas estas cosas, Mahón daba la sensación de una jornada  cualquiera de aquellos años que los de mi  enfornada vivimos. Que traducido significan gent per es carrer lo contrario de la actualidad en que la ciudad parece estar aletargada, menos mal que nuestro ayuntamiento se va inventando actos que animan cuanto pueden.

Como decía ayer una viuda pensionista, mejor no salir de casa, mi pensión  no alcanza gastos superfluos, si no me muevo de la mesa camilla no sufro tentaciones, no abro  el monedero.

Y continué  deambulando por los distintos puestos de venta de libros, todos tentadores para una devoradora de papel escrito. Camina que caminaràs, i allà enfora frente la fachada de la parroquia una gran carpa cobijaba a un nutrido grupo sentado frente una larga mesa con multitud de rosas expuestas para regalar a cuantos se acercaran.

Ellos, eran los únicos que regalaban. Todos habían colaborado unos dibujando, otros coloreando en diferentes colores espigadas rosas sobre cartulina y plastificadas convertidas en puntos de lectura.

Me acerqué reclamada mi presencia por Margarita sa fornellera de la plaza de San Roque. A partir de aquel momento me alegré, tanto, de haberlo hecho, entre ellos se encontraba Nito Astol mi querido amigo y vecino de infancia, que desde hace años reside en el geriátrico, apenas habla pero sé de buena tinta que el día anterior leyó parte del Quijote, a su lado Digna con 96 años una memoria prodigiosa que aproveché hace un tiempo entrevistándola con motivo de la historia de la bisutería. Había mucha mas gente, entre ellas Toñi, me alegre el verla mejorada física y síquicamente, fuimos muy buenas amigas cuando ella vivía con su madre y tres hermanos más en es Camí des Castell y yo iba y venía todas las semanas a sa Sínia des Moret.

Y me fui encontrando con otras gentes que no veía hacia tiempo, impactándome una  señora mayor, viuda, con una complicada enfermedad que ha ido arrastrando a lo largo de su existencia, la noté decaída y llorosa, la invité a que reflexionara que el geriátrico era un buen lugar para no estar solo, tener compañía, etc. Me miro fijamente con unos ojos antaño azul mar, hoy apagados y ensombrecidos  tornándose  con el oscuro verdor  de los profundos océanos:

Bueno… hecho en falta mi cuarto de baño con mi jabón de tocador, mi armario con mi ropa, poder abrir el cajón de la cómoda con mi ropa interior, y alcanzar la cajita la que en cierta ocasión mi marido me regaló en un viaje. Cada vez que la abría en la tapa una bailarina bailaba sin cesar  al son de un vals.  Allí guardaba collares y pulseras y un tesoro, el primer diente que se le cayó a mi hijo. Y me falta el buenos días de la vecina, de la panadera al ir por el pan, la charla de la dependienta de la lechería y la sonrisa de aquella joven que me pesaba las verduras y la fruta, que a veces lloraba porque su novio se había juntado con una  más joven que ella.

Margarita, ¿sabes?, continuó. Me falta el ver a mis nietos, sentarme con ellos, ya no te digo el poder comer en la misma mesa y escuchar sus andanzas, el sentir una caricia sobre mis  manos despidiéndose con un abrazo, depositándome en mi rostro un beso. Lo hecho en falta, lo preciso, lo cambiaría, yo que sé, no pudo continuar, las lagrimas retenidas afloraron y con ella las mías. Nos despedimos perdiéndonos en un fuerte abrazo mientras nuestras manos se encontraban enlazadas y nuestras lágrimas iban surcando por nuestros rostros.