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Me encuentro en el diario MENORCA del miércoles pasado (página 23), delante de la preciosa fotografía de Cala Brut acompañada del artículo de Miguel Angel Alvarez Alperi. Aunque esta fotografía muestra ser la de un lugar idílico, quisiera hacer constar, como vecina y residente en dicha zona desde hace más de treinta años, que la realidad del lugar es bastante más triste y deprimente de lo que la fotografía aparenta. Pues aunque la naturaleza nos regale esta belleza, los cuidados del Ayuntamiento, de la Oficina de Atención Turística, o de quien quiera que sea de su competencia, son absolutamente nulos, diría que reiteradamente nulos año tras año. A esta Cala (de la maravillosa fotografía) se accede por dos lugares. Concretamente quisiera referirme a su acceso por el Paseo Marítimo de Los Delfines, justo al lado de los contenedores de basura. Arranca de allí un camino de suelo de mares y árboles que hace como unos veinte años que nadie cuida. Los árboles, arrancados algunos por sucesivas tormentas, han dañado con sus raíces el supuesto camino de marés, y continúa así a pesar de las multiples cartas de los vecinos al Consistorio. El acceso, casi diariamente lleno de deshechos (plásticos, latas…) que los vecinos concienciados vamos recogiendo con paciencia a través de los veranos. Los accesos al mar inexistentes ¿como puede decir el articulista que se puede nadar como en un acuario? Puedo dar fe de que la única escalera de acceso al mar está puesta y pagada por unos cuantos vecinos, aunque naturalmente utilizada por cientos de bañistas.

En fin, que el artículo y foto aparecida hoy en su periódico, es un tema que me atañe de modo tan particular que no he podido dejar de hacer todas estas puntualizaciones. Mi casa se encuentra justo en el aparcamiento al cual el GPS envía al turista deseoso de conocer y bañarse en dicha Cala Brut, y no habiendo ni una sola señalización me veo obligada a indicar veinte veces cada día, a través de la valla de mi chalet, a cuantas personas desean llegar a ella.

Aprovecho para denunciar aquí que la degradación del acceso está en sintonía a la que existe en toda la zona en general; el Paseo Marítimo de Los Delfines. Excrementos caninos (bajo el curioso letrero de «Mirador des Vermells», el que se encuentre allí que no mire hacia el suelo!), matas silvestres –llamémosles descuidada maleza invasiva- cubriendo la existencia de ratas junto a todo tipo de basura, restos de obras, cemento, plásticos… por aquello de que la basura llama a la basura, y que un paseo limpio y cuidado sería más respetado por los paseantes.

La propaganda vista en su periódico ha tocado hoy la fibra más sensible de quien, amando Menorca y deseando lo mejor para ella, ha estado durante años cortando maleza, eliminando las hierbas del bordillo de la acera, recogiendo desperdicios, dando información a los despistados turistas,…etc., en la conciencia de que nunca se han atendido nuestras continuadas quejas.

Es cierto que el entorno es residencial, en relación al cuidado de las casas, conservadas y pintadas de año en año por sus propietarios. Pero ¿qué decir de todas la zonas públicas que las rodean? Jamás un servicio de mantenimiento, de sustitución de farolas que parpadean por la noche a punto de acabar de extinguirse, de limpieza de excrementos y demás basuras entre las matas que rodean la costa, pared seca municipal rota,… y en general notorio abandono de lo publico, nada acorde con la excelencia turística publicada y deseada por todos.

Cierta la frase del periodista: la «sensación de ingravidez» es cierta si con ello quiere decir que pueda accederse al lugar a través del aire, y no de los actuales accesos. El oro para Menorca lo dá a manos llenas la madre naturaleza, ¡pero que poca atención en su respeto, cuidado y conservación!