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El 17 de noviembre hacía tres días que nuestra hija de dos años lo pasaba mal intentando defecar. Así que, por la tarde, ya preocupados en exceso, corrimos a Urgencias. De camino, vivimos en Cala Blanca, la niña estaba incómoda en su asiento y se quejaba que le dolía, y por proximidad, elegimos ir a las urgencias del Canal Salat. Allí nos atendió una enfermera, preguntó y le explicamos. Se fue, volvió y nos dijo que esperáramos unos minutos que nos atendería la «pediatra», entre comillas porque en el Canal Salat no hay pediatra. Y nos preguntó cuál era nuestro pediatra. Le dijimos que íbamos al privado y que ahí no teníamos a ninguno. Nos miró fría y se fue. Mientras, mi hija estaba en mis brazos titubeando de dolor, apenas sin poder moverse. La enfermera volvió junto a una médico de urgencias con una dosis de medicina en la mano y nos dijeron que si queríamos que pidiéramos hora para el lunes para la pediatra del centro. Y nos preguntaron, en un tono no muy agradable, por qué habíamos ido a urgencias al Canal Salat y no al privado. Vaya telita de pregunta a unos padres que lo único que quieren es que ayuden a su hija, que se la miren, unos padres que cuando van al médico no piensan en negro o en blanco, en público o en privado. Mi mujer y yo nos quedamos petrificados. «Porque somos de la Seguridad Social y tenemos todo el derecho», les contestó mi mujer. «Ya pero es que aquí no tenemos el historial de la niña, eso lo tienen en el privado», respondió la médico. «Pues esto es como si estamos en Madrid con el mismo caso y me voy a urgencias y nos dicen que no nos pueden atender porque no tiene nuestro historial», les dije. Y saltó la enfermera: «No, no, nosotros sí que les atendemos, claro». Claro enfermera, claro, ya vimos cómo nos atendieron. Si para usted atender es dar una dosis de medicina y decir ya vendréis el lunes, sin siquiera mirar al paciente, pues vaya. Porque a la niña ni le tomaron la temperatura, ni la auscultaron, ni le miraron ni tocaron la barriga, ni tan siquiera se la miraron a la cara. Y a los turistas que nos visitan qué les deben decir: Mejor váyanse a su país porque aquí no tenemos su historial médico.

Salimos con ganas de llorar por el trato y por ver a nuestra hija mal y sin atender. Entramos en el coche y nos fuimos directos a urgencias de la Clínica Menorca. En la Clínica nos atendió una enfermera que nos preguntó lo mismo que la enfermera del Canal Salat. Poco después volvió a entrar y le tomó la temperatura en la oreja. Al cabo de unos minutos entró el pediatra con un ayudante y me hizo poner a la niña encima de la cama para auscultarla. Le tocó la barriga y enseguida se le vio su rostro preocupado. Nos dijo que la niña estaba repleta de fecalomas en el estómago y que le tendría que hacer un tacto rectal. — «Han hecho muy bien al venir —nos dijo— casos así es mejor no alargarlos».

Imagínense si llegamos a esperar al lunes como nos dijeron en el Canal Salat, estábamos a jueves. El pediatra de la Clínica Menorca no tiró de historial ni mucho menos, se limitó a atender el caso que se le presentaba en el instante. Incluso en un momento le comenté lo que nos recomendó nuestro pediatra para el estreñimiento y me respondió que lo que importaba era ahora, lo que le pasaba ahora a la niña.

Al final solo dar gracias a Dios por encaminarnos hacia Dency Rivas, el médico que nos atendió en la Clínica Menorca, y por enseñarnos de más cerca el porcentaje, no sé si alto o bajo, pero porcentaje, de «profesionales» con una mirada angosta y una mente rígida que aún cree que la salud es cosa de ideologías.