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Hola a todos. Lo primero que se nos paso por la cabeza cuando recibimos la invitación de intervenir en el Dia de la Dona es que no sabíamos muy bien que exponer, por lo que tuvimos que investigar un poco el porqué de este día, el Día Internacional de la Mujer. Indagamos y encontramos palabras claves que definen el 8 de marzo y que se repiten constantemente en nuestra búsqueda: mujer, lucha, igualdad, participación, derechos, oportunidades, voto,... Y entonces pensamos como nos afecta a nosotras, a nuestras vidas, el hecho de ser mujer y practicar un deporte tradicionalmente practicados por hombre y bautizado por la sociedad como 'masculino' simplemente por ser un juego de contacto, de fuerza, de agarrones y algún que otro golpe.

Desde la infancia nos hacen ver que los deportes de contacto están reservados para ellos y los que potencian armonía como el patinaje o el ballet son para ellas. Nos cansamos de escuchar que el fútbol es cosa de niños y la gimnasia de niñas, los patines para ellas y el balón para ellos cuando el deporte no se debería imponer sino ser una elección independientemente del sexo de la persona que lo practique. El fútbol, sin duda, es el deporte rey pero solo se destacan futbolistas y equipos masculinos y apenas existen para los medios de comunicación los equipos femeninos. Somos sin duda la parte olvidada de este deporte y con un poco de suerte ocupamos las últimas páginas o algún pequeño espacio libre en periódicos deportivos a nivel nacional, sin contar la televisión donde prácticamente somos invisibles.

Una mujer que se quiere dedicar o simplemente practicar un deporte profesional a simple vista tiene las mismas posibilidades que un hombre, pero no es así. Más allá del abismo salarial que existe en prácticamente en todos los deportes, las deportistas españolas se encuentran ante situaciones completamente insostenibles: no cotizan a la Seguridad Social, no llegan al salario mínimo interprofesional, carecen de un convenio colectivo al que acogerse, no pueden acudir a una comisión mixta en caso de impago, y muchas veces no tienen contrato. Y, si lo tienen, incluyen cláusulas abusivas, como las que se han visto en los últimos años equiparando la maternidad al dopaje.

Los hombres llevan décadas dedicándose en exclusiva a la actividad deportiva, entendida como una profesión, mientras para ellas ha quedado relegada a la práctica del deporte por salud. Seguramente estas fueron las circunstancias que hicieron que nadie, ningún hombre, pensara en las mujeres como trabajadoras en la Ley del Deporte, de 1990, o el Real Decreto 1006 de deportistas profesionales, de 1985. Cuando las mujeres han querido profesionalizarse, las instituciones y los distintos gobiernos han obviado la necesidad de actualizar un marco normativo que, entre otras cosas, impide la creación de ligas femeninas.

La mayoría de deportistas deben compaginar sus estudios o su vida laboral con los entrenamientos por necesidad y porque muchas veces obtienen del deporte lo mínimo para el día a día, o incluso nada. Muchas acaban su carrera deportiva con 35-38 años sin haber cotizado y teniendo que buscarse la vida empezando de cero.

Aparte de todo esto, muchas de nosotras hemos vivido en primera persona la desigualdad de género, hemos soportado todo tipo de comentarios dentro del campo como «marimachos, vete a fregar, a cuidar niños, que lo que hacemos ni es fútbol ni es femenino», entre otros comentarios machistas que aún así no han impedido que dejemos de practicar un deporte que nos apasiona. Las mujeres desgraciadamente tenemos que luchar y demostrar un 200 por ciento más para cumplir el mismo objetivo que un hombre.

Debemos luchar entre todos para evitar que existan estereotipos de género en lo relativo a la participación de algunos deportes catalogados como 'masculinos' o 'femeninos', pudiendo este hecho tener un impacto importante en la iniciación y/o mantenimiento de los deportistas en determinadas modalidades deportivas y, por lo tanto, en su libertad de expresión.

No porque juegue a fútbol soy menos mujer.

No permitas que nadie te diga que no puedes hacerlo.

Empecemos por cambiar los cuentos, por sustituir princesas preocupadas porque perdieron su zapato o besaron a un sapo, por princesas inteligentes y fuertes que se ponen armaduras para vivir aventuras, matar al dragón y salvarse a ellas mismas una y otra vez. Porque las princesas también pueden ser heroínas.

Muchas gracias.