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Los cambios introducidos por Mariano Rajoy en la cúpula nacional del Partido Popular han defraudado las expectativas de quienes reclamaban una profunda renovación, especialmente para los dirigentes más cuestionados. No ha sido así. El líder de los populares ha optado una operación de maquillaje, un movimiento táctico para que la estructura del partido afronte la próxima convocatoria de las elecciones generales.

La cuestionada secretaria general, María Dolores de Cospedal, ha sido confirmada en el cargo, al igual que Javier Arenas, que continúa como responsable para temas regionales y municipales.

La salida de Carlos Floriano da paso a Pablo Casado, habitual en las tertulias televisivas, como responsable de Comunicación, con la misión de mejorar la imagen pública del PP, castigada por los casos de corrupción y los recortes. El mensaje a difundir consiste en contraponer el éxito de las políticas económicas del Gobierno Rajoy frente al riesgo de las promesas de Podemos y PSOE.

Junto con la entrada de Casado para comunicar mejor, la designación de Jorge Moragas, jefe de gabinete de la presidencia del Gobierno, transmite el mensaje de evitar fricciones entre La Moncloa y la sede del PP para mejorar las relaciones Gobierno-partido.