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La crisis griega aporta cada día nuevos episodios sobre el caos interno de un país situado al borde de la quiebra: el presidente Alexis Tsipras acepta en una carta las últimas condiciones de la Unión Europea para un tercer rescate, con algunas matizaciones, pero al mismo tiempo pide a los helenos que expresen su rechazo en el referéndum convocado para el domingo.

El último intento del Gobierno de Grecia para obtener liquidez con la que afrontar los pagos más urgentes -abono de las pensiones y nómina de los funcionarios públicos- choca con el rechazo de Alemania, que se niega a reunir al Eurogrupo hasta conocer el resultado de la consulta. Tsipras no ha vencido la desconfianza entre sus socios europeos con una situación agravada por el impago de 1.500 millones al Fondo Monetario Internacional cuyo plazo venció el martes. La gran baza del presidente de Grecia consiste en forzar una salida de la moneda única, un hecho sin precedentes, que abre numerosas incógnitas negativas dentro y fuera del país. El Grexit, como se llama esta opción, crea incertidumbre en los mercados. Una situación que exige decisiones políticas de calado y el compromiso de los griegos.