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Las elecciones catalanas de hoy no debían haber sido necesarias. Al final han de desembocar, en lo que debía haberse producido mucho antes, un diálogo franco con la disposición a aparcar la confrontación para llegar a acuerdos concretos.

En primer lugar, no es positivo que unas elecciones autonómicas se presenten como un plebiscito. Al no ser formalmente un referéndum, el resultado no tendrá la legitimidad para afirmar que los catalanes optan o no por la independencia.

Es evidente que a los menorquines, Barcelona nos toca de cerca. Es casi nuestra segunda ciudad por las relaciones diversas que mantenemos. Los ocho menorquines que entrevistamos hoy manifiestan opiniones diversas, esencia de la libertad democrática, pero concluyen en la necesidad de un acuerdo, que permita reconstruir los puentes que se han derribado.

Quizás son las elecciones más importantes de la democracia, pero también ha sido la peor campaña. Muchos votantes irán a las urnas hoy desconociendo las consecuencias reales de la independencia. Votarán desde el corazón.

Si hasta ahora los políticos han optado por la confrontación, a partir de mañana la política tiene la responsabilidad de buscar soluciones y ello pasa por una nueva disposición al acuerdo.