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Entre 2007 y 2015 fueron 2.122 las empresas de Balears -un diez por ciento en Menorca- que se declararon insolventes, lo que motivó la intervención judicial y de los administradores concursales. Muchas de estas empresas gozaban de gran conocimiento y habían adquirido notable peso, actividad y prestigio en la economía local. Detrás de los números fríos hallamos el sufrimiento de numerosos emprendedores y miles de empleados y sus familias, así como tantísimos acreedores que han visto peligrar sus propios negocios o futuro personal si no cobraban las deudas.

En este proceso hallamos empresas que cayeron en la insolvencia porque sus responsables no supieron prever el cambio radical de tendencia. La prudencia aconseja un crecimiento más lento pero más robusto, porque una declaración de insolvencia es un fracaso que padece toda la sociedad.

De la misma manera que el cierre de una empresa nos afecta a todos, un clima de confianza ayudar a mantener el equilibrio. Un clima de recuperación reactiva el consumo. Todos vamos en el mismo barco y una sociedad solvente, seria y bien guiada políticamente se convierte en un buen activo.