TW

La renuncia de Esperança Camps, que el viernes se despidió entre el enfado y el reproche a su equipo en la Conselleria de Transparencia y Cultura, ha abierto una crisis política que evidencia las debilidades del Govern que preside Francina Armengol. El aterrizaje en Mallorca de la presidenta del Consell, Maite Salord, acompañada por Nel Martí y Mateu Martínez, en lugar de arreglar el problema precipitó la salida de Camps.

Las tres formaciones del tercer Govern del Pacte intentan cerrar acuerdos para recomponer el Govern. Al existir cuotas de poder por islas y paridad por sexos, la solución se complica, porque la nueva consellera debe ser una menorquina de Més. Si propone un hombre, habría que forzar cambios en otra Conselleria para colocar a una mujer. Ello obliga a Armengol a sacrificar a un hombre de su partido y sustituir al conseller de Territori, el ibicenco Joan Boned, en un proceso posoperatorio, por una mujer socialista. La agilidad brilla por su ausencia. La energía de este Govern se pierde en ejercicios de funambulismo político.

Armengol debe cohesionar al Ejecutivo que preside y recuperar una acción política colegiada que garantice su eficacia.