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La ronda de contactos que Felipe VI ha mantenido con los portavoces parlamentarios confirma la convocatoria de elecciones generales, previstas para el 26 de junio, ante la falta de acuerdo de las diferentes fuerzas políticas para presentar un candidato que cuente con mayoría suficiente para formar Gobierno. 

Es un fracaso histórico, sin precedentes en la democracia española. La situación generada es la consecuencia de la incapacidad de la clase política de anteponer los intereses generales tanto por razones partidistas como personales.

La responsabilidad es colectiva. Los partidos políticos no han sabido dar respuesta a los resultados electorales del 20-D. La obtención de una mayoría, tanto por la derecha como por la izquierda, obligaba a alianzas, con importantes dosis de generosidad y consenso. Los contactos han dado la impresión de no superar la fase de escenificación, si se exceptúa el pacto entre PSOE y Ciudadanos, insuficiente para dar una salida al problema. Las divergencias personales, llevadas al extremo, han condicionado el actual escenario. Los líderes de los cuatro principales partidos se han convertido en símbolo de la intransigencia.

Las elecciones de junio deben ser un punto de partida para poner fin a la interinidad del Gobierno y poder empezar a trabajar en la solución a los problemas de los ciudadanos.