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Estambul ha sido el trágico escenario del último atentado del Estado Islámico, con un saldo de 39 muertos y sesenta heridos. Esta vez ha sido la acción de un solo individuo, armado con una ametralladora, ha protagonizado el atentado; pero aún no ha sido detenido. La masacre se ha producido en Turquía, uno de los países más castigados por el terrorismo.

El ensañamiento de los grupos del Estado Islámico con Turquía está directamente vinculado a la colaboración militar que presta en el conflicto de Siria. Desde las bases turcas son bombardeados los enclaves que controlan los integristas. La brutalidad de la respuesta de los terroristas islámicos arroja un saldo estremecedor, tanto por su magnitud como por su carácter indiscriminado, donde cabe incluir este último atentado contra una discoteca muy popular, repleta de personas inocentes.

Estas ofensivas de los radicales islámicos acaban justificando las medidas represoras de Erdogán. Al mismo tiempo, el impacto económico sobre la industria turística del país adquiere dimensiones brutales. La llegada de visitantes a Turquía se ha reducido ante el manifiesto clima de inseguridad.