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El último episodio de la larga crisis de Podemos en Balears ha culminado con la disolución de la Comisión de Garantías, el órgano que debería dar ejemplo en el cumplimiento de las exigencias éticas de la formación morada. Uno de sus vocales, Joan Canyelles, ofreció un puesto de trabajo a una militante crítica, Carmen Azpilicueta, a cambio de su silencio.

La filtración de estas conversaciones ha provocado la dimisión de Canyelles y la disolución de la comisión que expulsó a Xelo Huertas, presidenta del Parlament, y la diputada por Menorca Montse Seijas. Al mismo tiempo, los militantes críticos exigen el cese de la dirección de Podemos-Balears, a la que acusa de una «concepción patrimonial y mafiosa», y la convocatoria urgente de elecciones internas. Podemos, partido con una militancia de aluvión, se muestra incapaz de gestionar su éxito electoral. Ha dejado de ser una formación fresca, transparente e innovadora.

Lo peor es que las luchas internas de Podemos ya se han trasladado a las instituciones de Balears. La presidencia del Parlament se halla en el centro de la controversia y todo el Govern del Pacte sufre las consecuencias de este espectáculo.