TW

La matanza del terrorismo islámico en Barcelona se añade a dramática relación de masacres yihadistas cometidas en Niza, Estocolmo, Berlín, Londres y París. Las reacciones han sido de serenidad, de ira contenida y de firmeza, pero también se detecta una percepción de vulnerabilidad ante unos ataques contra la democracia, las libertades cívicas y la convivencia.

La unidad de todas las fuerzas políticas contra la violencia y el sinsentido del Estado Islámico -que ha pasado de las amenazas a la destrucción indiscriminada- es necesaria para evitar y prevenir otros ataques, porque es toda la cultura europea y los valores de las democracias occidentales que están en el punto de mira de los terroristas islámicos, convertidos en terribles e insensibles máquinas de muerte, caos y dolor.

Los yihadistas radicales vuelven a marcar la agenda política, social y económica. Es el momento de superar divisiones y discrepancias para plantar cara al terrorismo, lo que implica el apoyo a las fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado para que puedan actuar con eficacia y de forma coordinada. Al odio irracional se le combate con prevención y la fuerza de la razón, que es hija del respeto.