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Durante los doce meses que Sebastià Taltavull ha regido la diócesis de Mallorca como administrador apostólico ha conocido la realidad de la Iglesia local. Ayer tomó posesión tras recibir el báculo de manos del nuncio Renzo Fratini, en un acto litúrgico que aportó datos relevantes sobre el nuevo episcopado que ahora arranca.

Además de afrontar cuestiones tan evidentes como el envejecimiento del clero y la necesidad de impulsar nuevas vocaciones, Taltavull debe pacificar los distintos sectores que conviven de la Iglesia mallorquina. Taltavull anunció «proximidad y diálogo» con una mirada en doble dirección: interna, para unir la diócesis y hallar nuevos caminos que «hemos de recorrer juntos en nuestra tierra para Jesús y el Evangelio sean conocidos»; y externa, dirigida a las instituciones y las autoridades, a las que apeló para abrir nuevos marcos de colaboración.

En enero el obispo Sebastià cumple 70 años, lo que significa un mandato efectivo de cinco años para desarrollar su ministerio pastoral en Mallorca, en el que ha de responder a las cuestiones que plantea una sociedad donde impactan el laicismo, la globalización y el buenismo. Los grandes retos que afronta la Iglesia del siglo XXI.