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Constituye una penosa realidad que en Balears se hayan disparado las renuncias a las herencias al tratarse de bienes hipotecados o porque no se puede afrontar el pago de los impuestos. Estas renuncias proceden de los económicamente más débiles, que constatan con pesar y disgusto que no pueden recibir propiedades que a menudo son domicilios familiares, llenos de recuerdos y con un gran valor sentimental. Cuanto mayor es la cuantía de la herencia, más aumentan los impuestos a pagar.

El derecho a la herencia es constitucional y toca el nervio de la sociedad, con el esfuerzo de muchos padres durante toda su vida para dar una vida lo mejor posible a sus hijos. Fruto de este esfuerzo es la compra de inmuebles. La situación se vuelve insostenible al registrarse el fallecimiento. Porque una cosa es pagar impuestos asumibles y otra asfixiar con tributos excesivos y agravios comparativos en el impuesto de sucesiones, con grandes diferencias entre las comunidades autónomas.

El Govern debe reflexionar sobre estos impuestos excesivos para las sucesiones, sobre todo en las personas con menor capacidad económica. Falta más sensibilidad para que la herencia no se convierta en una carga.