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Las pintadas que han dañado gravemente la fachada y los muros del monumento más emblemático de la arqueología menorquina merecen un severo reproche. No solo por el deterioro ocasionado a un bien patrimonial protegido por su extraordinario valor, un icono internacional de la prehistoria de Menorca, sino por la conducta incívica del autor o autores de lo que constituye un inaceptable e injustificable atentado.

Este hecho vandálico, que ahora exigirá una complicada y costosa labor de limpieza y reparación, se añade a otros actos similares registrados últimamente en las cavidades funerarias verticales del barranco de Cala en Forcat y también en Sa Bassa Verda de Ciutadella.

Nos hallamos ante una preocupante sucesión de delitos contra el patrimonio histórico de Menorca que deben ser investigados y severamente castigados. Es cierto que toda la Isla es un gran museo al aire libre, con un gran número de yacimientos, enclaves y monumentos, lo que dificulta extraordinariamente su vigilancia y protección, pero es preciso actuar, aumentar las medidas de control para conseguir la identificación y detención de quienes han cometido estas fechorías.