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La caída del turismo alemán, británico y nórdico, unido a que la Semana Santa cae este año en la segunda quincena de abril, confirma los peores augurios al provocar que el inicio de la temporada se retrase mes y medio respecto al 2018. El aumento de vuelos y plazas no se ve correspondido con las ventas ni las reservas, que caen por las turbulencias del ‘brexit’ y por los precios a la baja de varios destinos competidores en el Mediterráneo. En conjunto, un escenario muy preocupante.

Los mercados tradicionales no responden a las pronunciadas rebajas de precios que ya se están aplicando. La ecotasa, que se duplicó la temporada pasada, y los aumentos salariariales acordados en Mallorca por las patronales de aquella isla, pero de aplicación en Menorca, agravan la incertidumbre. Una coyuntura adversa en la que muchos hoteles no abrirán sus puertas hasta mayo. La demora en el inicio de la temporada tendrá impacto social con contratos de menor duración, menos periodo de cotización y reducción de las prestaciones de desempleo, lo que afectará a miles de trabajadores.

Es el momento de reflexionar en qué fallamos para perder atractivo como destino turístico.