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No se trataba de formar parte, junto con Formentera y las islas canarias de El Hierro, La Gomera y La Graciosa, del grupo de salida para avanzar hacia el desconfinamiento, la «nueva normalidad» en expresión del Gobierno. El objetivo global, impulsado y promovido por empresarios de la Isla, profesionales de distintos ámbitos y entidades menorquinas, era mucho más ambicioso.

Consistía en aprovechar las fortalezas y las razones de Menorca para transformarlas en oportunidades que colocasen a nuestra Isla en una posición líder y al mismo para consolidarnos como destino turístico puntero y así afrontar mejor situados el post covid-19. Concretamente, la controlada tasa de reproducción de la pandemia, el hecho insular, la baja densidad de población, unos excelentes recursos sanitarios, la diversificación de la economía local, la red de comunicaciones y realizar tests masivos. Todo ello, con la adecuada y necesaria monoritzación.

Esta iniciativa, surgida de la sociedad civil menorquina no ha prosperado a pesar de los apoyos obtenidos y las sinergias alcanzadas. ¿A quién ha faltado valentía? Hay que averiguar qué ha fallado y por qué no ha sido posible.