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La actitud de Donald Trump al negarse a admitir su derrota frente al candidato demócrata Joe Biden genera una situación institucional insólita en los Estados Unidos. Desde la Casa Blanca se ha iniciado una ofensiva judicial para impugnar los resultados electorales en base a unas irregularidades que no se concretan ni documentan.

Mientras, el traspaso de poderes a la nueva administración ha quedado bloqueado. Ninguna de las acusaciones de fraude que defiende Trump cuenta con pruebas solventes. Para darle la vuelta los resultados tendrían que rectificarse los escrutinios de Pensilvania, Gorgia y Nevada o Arizona. La intransigencia del presidente saliente, inexplicable atendiendo a la diferencia de votos electorales que tiene respecto a Joe Biden, obliga a acompasar la llegada de los demócratas a la Casa Blanca con la cronología oficial. La obstinación de quien defendió ‘America, first’ supone retrasar hasta diciembre la confirmación de la derrota del candidato republicano. La imagen de Estados Unidos está quedando muy deteriorada con este gratuito episodio protagonizado por Donald Trump, al generar una tensión que en nada beneficia al país ni al resto del mundo.