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Tras dos años marcados por las restricciones de la pandemia, Menorca afronta una nueva temporada turística con altas previsiones de reservas, afluencia de visitantes y ocupación de los alojamientos, tanto hoteleros como de vivienda vacacional. Una coyuntura que reabre el debate social sobre las oportunidades, debilidades, amenazas y fortalezas de la industria turística para la Isla.

La estacionalidad constituye el gran problema, con impacto sobre el mercado laboral, la vivienda y el conjunto de la estructura socioeconómica menorquina. Muchos puestos de trabajo son de temporada y numerosos establecimientos cierran seis meses al año, que lo que dificulta su rentabilidad y viabilidad. Quienes alertan del crecimiento en la llegada de visitantes, clara advertencia de la existencia de una confrontación social que es preciso resolver cuanto antes, también deben valorar la larga etapa de hibernación de la economía menorquina.

Los beneficios que el turismo reporta a Menorca son innegables, y es preciso consensuar el marco de actuación para garantizar su futuro. La posición de privilegio de Menorca como destino con atractivos únicos no debe quedar a merced de circunstancias coyunturales o modas pasajeras. Prolongar la temporada hará de Menorca un territorio más sostenible, y más equilibrado social y económicamente.