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Ciudadanos se encamina hacia su disolución al anunciar que no concurrirá a las elecciones generales avanzadas por Pedro Sánchez al 23 de julio tras la derrota del PSOE y la rotunda victoria cosechada por el PP de Núñez Feijóo en las municipales y autonómicas. El descalabro que el 28-M sufrió el partido naranja lo ha expulsado de los parlamentos autonómicos y de prácticamente todos los ayuntamientos donde tenía representación. Los hechos son tozudos y dolorosos: los ciudadanos han dado la espalda a Cs al concluir que ya no es un partido útil.

El partido naranja se dirige hacia la irrelevancia por sus propios errores, que tienen nombre propio: Albert Rivera primero e Inés Arrimadas después. Rivera se equivocó en 2109 cuando Cs obtuvo su mejor resultado y rechazó el pacto de gobierno que le propuso el PSOE. Una equivocación que frustró la función de partido bisagra de centro liberal para moderar la política española y garantizar la gobernabilidad del Estado. Arrimadas siguió la deriva hacia la derecha. Después del varapalo sufrido el 28-M, Ciudadanos carece de partido, recursos e ilusión para el 23-J. Pero este ‘paréntesis’ que anuncia hasta los comicios europeos del próximo año no puede ser un autoengaño, porque si un partido de ámbito nacional no puede presentarse a las elecciones generales no tiene otra opción que su disolución