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En dos décadas Balears ha protagonizado una severa caída en el ránking europeo de la renta per cápita, al pasar de ocupar la posición 46, entre un total de 233 regiones, en 2001, a la 148 en 2021. Todo ello en una etapa de crecimiento y dinamismo económico que no ha propiciado ni un aumento del bienestar social y la capacidad del poder adquisitivo. Al contrario, este retroceso ha agudizado las desigualdades sociales en una comunidad que lidera la creación de empleo y de riqueza como destino turístico mundial. En estas dos últimas décadas Balears ha sufrido un proceso de empobrecimiento.

Como señala el doctor Antoni Riera, director de la Fundació Impulsa Balears, la prioridad consiste en traducir crecimiento en bienestar. Y este objetivo no se ha conseguido. Cuando la actividad del Archipiélago, con un alto ritmo de crecimiento, no reduce ni las desigualdades ni la pobreza, hay que plantear si el modelo económico en vigor es el adecuado. Nos hallamos ante un problema estructural que demanda medidas porque carece de sentido seguir por esta senda.

Hallaremos las respuestas en la mejora de la calidad institucional, el nivel y la oferta educativa, la capacidad tecnológica, la iniciativa empresarial, el potencial innovador y la eficiencia del mercado de trabajo. Retos que exigen un gran pacto para el eficaz impulso público-privado.