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La temporada turística de este año, con el impacto cegador de cifras récord en la llegada de visitantes, no oculta las sombras de la presión humana, los precios desbocados, que repercuten sobre la economía local; y el mercado entre islas para residentes que se resiente de esta coyuntura. El encarecimiento de Balears ‘expulsa’ cada vez más al turismo de residentes en temporada alta, convirtiéndolo en un lujo al alcance solo de una minoría. Una estancia de solo unos días puede superar los 1.000 euros por viajero. Ello motiva una curiosa paradoja: en ocasiones sale más barato volar a exóticos destinos a miles de kilómetros que, quienes vivimos aquí todo el año, decidamos veranear en nuestra islas. Hay que analizar también por qué el incremento de visitantes no se traslada al gasto turístico insular, siendo las empresas de la oferta complementaria de Menorca -comercios, bares y restaurantes, alquiler de vehículos y empresas náuticas- quienes más sufren esta paradoja. La temporada turística menorquina se verá afectada por el cambio climático, que es imparable y disparará las temperaturas durante los meses centrales del año, con las consecuencias que se derivarán. Queda también por resolver la asignatura pendiente de la estacionalidad, cada año más acusada, que provoca la hibernación de la economía local a partir de noviembre.