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Pedro Sánchez prometió ayer como presidente del Gobierno ante Felipe VI tras haber haber obtenido el jueves el respaldo de 179 diputados. La investidura llega tras semanas de alta tensión por la ley de la amnistía y el pacto con los independentistas catalanes y, en especial, con el prófugo Carles Puigdemont. Arranca una legislatura llena de incógnitas por la naturaleza de la alianza con la que se formará gobierno y los conflictos que pueden surgir.

También hay que tener en cuenta la crispación en la calle y que el tono bronco entre la oposición y el Gobierno en funciones no ha sido el deseable. En la anterior legislatura, la relación entre los socios del Gobierno fue tirante y en ocasiones muy complicada. Desde Pablo Iglesias a Irene Montero, con su controvertida ley de ‘sólo sí es sí’, las rupturas marcaron la pauta política. Ahora, con Sumar y su líder Yolanda Díaz, y la sintonía entre Sánchez y la política gallega es casi total. Esta armonía podría ser una baza en el caso de que se tense mucho la cuerda con los nacionalistas vascos y catalanes. Vox debe rebajar la tensión que ha impregnado en la calle, con sus desafortunadas alusiones golpistas y referencias a la dictadura. Asimismo está por ver el papel que adoptará Alberto Núñez Feijóo, líder de la oposición, que también ha destapado su perfil más beligerante.