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Hace un año, Jaume Moll Florit, l’amo de son Bou Vell, al ser elegido presidente de la asociación Frisona Balear, calificó de «situación límite» el estado de la ganadería menorquina. Explicó que en quince años la cabaña de vacas productoras de leche en la Isla había disminuido en un cincuenta por cien, al pasar de 11.358 ejemplares reproductores a 6.466, cifra que aún se ha reducido más.

El sector sufrió ayer otro mazazo, que acentúa la crisis en la que está inmerso desde hace largo tiempo, al comunicar «La Payesa», una empresa con 75 años de trayectoria, que en un plazo de treinta días deja de adquirir la leche que compraba a ocho explotaciones ganaderas de Menorca al interrumpir la producción de queso. Esta decisión empresarial constituye un aldabonazo que demanda respuestas inmediatas. En primer lugar, compensar los sobrecostes del hecho insular -en Menorca son de doble insularidad- y que los precios que cobran los ganaderos menorquines les permitan cubrir costes para obtener ingresos que les permitan vivir con dignidad. En caso contrario, como ya advirtió Jaume Moll Florit, «la ganadería será insostenible en Menorca para el propietario y para el payés».