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J. Carlos Ortego
El Ayuntamiento de Maó ha presentado la ordenanza de vía pública que, como primer objetivo, pretende garantizar una mejor convivencia ciudadana. Es decir, que la gente educada en el civismo no tenga por qué sufrir los abusos de la falta de civismo. Resulta obvio que si todo el mundo fuera bueno no harían falta leyes y si todos respetaran lo público como aman lo privado tampoco sería necesario este tipo de normas municipales.

Esta "ley de la calle" tiene, de entrada, un efecto persuasivo y si esto no basta siempre queda el régimen sancionador, siempre y cuando se aplique la ordenanza y no se quede en el titular de prensa. La tolerancia cero que tan de moda se ha puesto últimamente en determinados ámbitos de comportamiento, debe llegar algún día a la educación y el respeto.

El Ayuntamiento ha lanzado ya un aviso al navegante y a partir de la entrada en vigor de la ordenanza puede modular el rigor con los infractores. Los gamberros lo tendrán igual de fácil que antes, pero saben que si les pillan rompiendo farolas o ensuciando paredes o dejando secuelas de botellón pueden pagarlo caro. Ojalá se note y ayude esta ordenanza a recuperar aquel viejo concepto de urbanidad e incluso que el propio Ayuntamiento se implique con el ejemplo del aseo de las zonas públicas y extienda su propia responsabilidad.