TW
0

Juan Luis Hernández
"La consciència col·lectiva no és més que l'eco de les consciències individuals. La seva transformació suposa la transformació de la consciència individual"
Jeus

Como diría Jordi Pujol, "hoy toca" -le susurras a Roig.
Su mirada, lúcida, es, sin duda, pregunta...
- Hablar de la Navidad...
- ¿De cuál de ellas? -te inquiere, divertido.
Puede que haya, efectivamente, muchas... Una anida en el pasado y se cubre con el plácido manto de la melancolía y del recuerdo. Se nutre de viejas fotografías, de rostros desvaídos en un álbum ahora desempolvado, de caricias redivivas, pero también de vacíos dolorosos...
- Este año habrá uno de especial -le comentas a un Roig que también echará en falta a tu madre.
Y sus ojos son, ya, distintos...

Otra se asomará, sólo asomará, al exterior. Adormeceréis, entonces, vuestros sentidos ante ese mundo que se suicida ("Le Monde se suicide. Mon Die!", cantará siempre Nana Mouskouri) o ante el que vais lentamente desdibujando. Preferiréis refugiaros en las luces de los árboles, o en las figuras, siempre estáticas, de los pesebres recién hechos... Pero por las rendijas de la conciencia penetrará el canto fúnebre y desesperado de los niños de Kabul que siguen recogiendo las migajas de pan que se les van cayendo, como oro, a los camiones de la Cruz Roja. O esa especie de réquiem que entonarán los cien millones de niños que duermen en las calles, sin posada, en el mundo desarrollado... O el lamento desgarrador de los niños del Congo... O el grito, incesante, de una madre palestina con su pequeño, en brazos, acribillado por los judíos que, incomprensiblemente, perpetúan Auswitch... Las melodías serán distintas. Pero la letra unívoca: "Suaviza este dolor, confórtame/Líbrame, mírame, mírame.../Me mutilaron, me machacaron.../ Líbrame/ Líbrame, Señor..." El niño del pesebre oirá su oración y despreciará el oro, el incienso y la mirra y esperará... Y el Albert Einstein de principios de los años 20 os recordará desde la Universidad de Berlín: "El mal es el resultado de la ausencia de Dios en el corazón de los seres humanos".
Se repetirá, igualmente, la Navidad de los cobardes. De quienes serán incapaces de alzar un auricular para pedir un perdón reparador. Ese en el que se mecería, con toda probabilidad, la felicidad plena.

- Y sería sencillo, no obstante, terriblemente sencillo, seguir el consejo becqueriano... Pero el orgullo habla, ininterrumpidamente...
- ¿Y la de los cómodos y perezosos?
- Acudiréis a "tu parada" y remitiréis felicitaciones rápidas y de compromiso... En su defecto un "sms" con lenguajes y sentimientos ultrajados e incompletos sometidos a la economía... Añoro -le añades a Roig- ese amor que subyacía en cada postal navideña, única e irrepetible y del que daba buena cuenta el tiempo que empleabais en rellenarla y remitirla...
- ¿Y la de los cínicos? -continúa un Roig metido a personaje de Dickens.
- ¿La de los cínicos?
Si pudiera Roig los definiría con certeza. Hablaría, probablemente, de amargura en el corazón; de odios solapados; de insatisfacción para con uno mismo... Las luces, después de todo, pueden ser molestas para quien vive permanentemente en la oscuridad...
Todas van apareciendo en vuestras vidas. Penetran por los más inverosímiles lugares. Os persiguen hasta en la calle, surgen en los envoltorios, violan buzones, saturan vuestros móviles... Cada una de ellas sería, ya de por sí, insoportable... Pero juntas constituyen ese cáncer que no lográis extirpar, sólo asedar con la última de las navidades: la del consumismo. Puede que la tecnología y las comodidades os acerquen al mundo. Pero puede, también, que os separen del vecino... Y, sin embargo, el remedio o no tiene efecto o es efímero...
- ¿No hay ninguno de válido? -te inquiere un Roig abúlico.
- Lo hay, Roig, lo hay... En mi caso lo encuentro en la botica de mi fe. Para quienes no la comparten quizás lo hallarían en la asunción de algunos valores universales...
- Sigue...
- Sé, por ejemplo, que me dolerá su ausencia. Pero la veo junto a Dios, sin su dosis diaria de "Gabapentina", sin silla de ruedas, desnuda de temores...
- Sé -continúas- que no puedo redimir a los niños de Kabul, pero que puedo apropiarme de las palabras que abren este artículo y, ante la pregunta de "¿qué hacer?", repetirlas: "Quina és la nostra responsabilitat? La consciència col·lectiva no és més que l'eco de les consciències individuals. La seva transformació suposa la transformació de la consciència individual". Sé, sí, que estamos permanentemente abiertos a la Redención...
- Sé, Roig, que he perdonado -y olvidado- a cuantos me hirieron, porque también yo necesité del perdón.
- Y sé que no hay espacio para el cinismo, porque mi pesebre no es estático, sino que un niño se mueve y crece continuamente en mi interior, mostrándome, incansable, que la verdadera felicidad estriba, sencillamente, en amar...
- ¡Feliz Navidad, Roig!
- ¡Feliz Navidad, Juanlu!