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J. Carlos Ortego
La tele autonómica ha cambiado el logotipo, la mosca de la pantalla identificando el canal. Meses atrás lo hizo también la televisión estatal. Es mera cuestión de imagen y, como tal, ni necesario ni bueno ni malo. Sencillamente caro, demasiado para un objetivo que ya estaba cubierto y para una empresa pública que se endeuda a un ritmo insoportable para el contribuyente.

Pero constituye una tentación generalizada introducir este tipo de signos para los gestores que llegan a una organización, identificar la imagen es una prioridad.

Desde luego que es caro, pero metidos en una deuda millonaria ya no va de unos cientos de miles de euros. Y ahí está la nueva mosca balear color fucsia marcando su territorio en la pantalla hasta que alguien diga que ese matiz cromático tan llamativo halla escasa relación con los colores que identifican esta comunidad, mediterránea por excelencia, o hasta que lleguen otros gestores con ganas de estampar su personalidad con otro diseñito. Las moscas por lo general tienen poca vida.

Queda además la segunda parte, el recambio de rótulos y equipos de la antigua etapa, para completar la operación y agregar el gasto correspondiente. Con los tiempos que corren y el personal en conflicto casi permanente, la idea de la mosca evocando una tele rosa parece una frivolidad en colorines.