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J.B. Marquès
A cuantos niños viven felices en la inocencia y creen a pies juntillas en el inmenso poder de los Reyes Magos, les sugeriría que escriban su carta -la carta- a mano, es decir, con lápiz o bolígrafo, mejor que usen un lápiz de trazo bien legible ya que si cometen algún error pueden recurrir a la eficiente goma de borrar. Por si les vale el dato, a mi no me consta que los Magos de Oriente auténticos, los que gozan de credibilidad y solvencia, se hayan dejado atrapar por la frialdad de las nuevas tecnologías comunicativas. No lo he leído en periódico alguno. En cualquier caso, tampoco he conseguido los números de sus teléfonos móviles, aunque dudo que se sirvan de estos aparatos o de internet para comunicarse y para controlar el comportamiento de la población infantil.

Sí me consta que los Reyes Magos de siempre, los de toda la vida, se distinguen por su generosidad y su espíritu solidario. Aún hoy la nostalgia me vence al recordar mi puntual correspondencia con el rey Gaspar, quien siempre atendía mis peticiones. En fin; los Magos de siempre nunca defraudan. Los virtuales en cambio...