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Marga Vives
La era contemporánea ha traído inventos desconcertantes como el avión, que lo mismo te planta en el quinto pino en un periquete que te deja tirado un fin de semana en pleno aeropuerto con huelga de celo y medio palmo de nieve. La modernidad es lo que tiene; por esos recovecos conceptuales va perdiéndose lo avanzado. La realidad es sencilla y nosotros la complicamos; cuando el hombre descubrió cómo volar añadió a su antología de quebraderos de cabeza los retrasos y las cancelaciones de Iberia. Me imagino a cientos de pasajeros deambulando por la terminal pertrechados con una manta y un bocadillo de jamón, con la pupila seca de tanto escudriñar el parpadeo de los vuelos en la pantalla de información.
Esta fina estampa debió de ser Barajas el pasado fin de semana.

Contratiempos de esta clase ocultan pequeñas historias personales frustradas por ese avión que no llegó a salir y echó a perder la cuidada anticipación que a todo pasajero le exigen para tomar un vuelo. No es como quien acude a la parada del bus, aunque cuando la previsión fracasa uno se queda en tierra de nadie y no puede evitar sentir un cierto desamparo, porque la información suele suministrarse de gota en gota. La ministra Álvarez ha pedido disculpas por la parte que le toca, que suponemos que es la de la nieve. La misma que lleva varios días fundida aunque el caos resiste atrincherado en Barajas.