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Margarita Caules Ametller
Antes, bajaba todas las mañanas a Mahón, con la excusa de repartir la leche entre la lechería y la tienda de comestibles de na cadireta coixa. Hubo un tiempo, que dejaba, entre otras cosas, queso tierno, requesón, roas y cuantas comandas se me hacían. Llegó la democracia y con ella un listado de galimatías difíciles de aclarar ante unas mujeres ya mayores que poco o casi nada saben de leyes y nos alegra el saber tan poco, de lo contrario nos roe las injusticias que se encuentran en el listado de las mismas. Con la nueva orden, los alimentos que siempre habían abastecido a las familias inexplicablemente dejaron de ser óptimos.

Iba yo de camino, por el de Trepucó, cuando topé con un matrimonio i me van donar qui va, alargando la conversación hablando de una cosa y otra hasta que los derroteros nos llevaron a las motoras de la Mola. Me pidió que por favor le escribiera dándole datos de los lanchones, lo que paso a escribir con sumo gusto, esperando sean muchos de los abuelos que recuerden cuando cumplieron el servicio militar y con un brinco saltaban a los mismos.

Ses llanxes, como también se las llamaba, estaban pintadas de color gris, al igual que el resto de embarcaciones del cuerpo de Intendencia, en la proa lucían el correspondiente anagrama, con la numeración. Eran 2. La número 1 a la que el personal llamaba Na Catana y la 2 Sa Negra, al botarla la llamaron, La Virgen del Pilar . Este orden, del 1 y el 2, años mas tarde confundiría a muchos, llegando a pensar que cada una de ellas pertenecía a un remolcador por la coincidencia numérica.

Construidas en la Estación Naval, en 1907 y votadas al año siguiente, su precio fue de 3.500 pesetas cada una. Tenían 11 metros de eslora, 2,40 de manga, 1,30 de puntal, desplazamiento 27, 356. Capacidad 110 personas, carga máxima 12 toneladas. Estaba dotada por un patrón y 10 remeros. (Estos datos, los extraje del archivo de Transportes Militares en 1981, con motivo de escribir El puerto de Mahón sus falúas y remolcadores).

Con las mismas, embarcaban diariamente, el personal de tropa entre Mahón, Hospital Militar, Villa Carlos, la Mola y viceversa, como igualmente para transportar la compra para la guarnición de dicha fortaleza y como viaje extra, las tardes de los jueves, sábados y domingos, que disponían de varias horas de paseo. En uno de los apartados del reglamento se especificaba se deberían efectuar toda clase de viajes ordenados por el mando. Dado que jamás daban permiso a mas de 5 hombres de no ser el horario establecido con las falúas.

En su primera época, iban al remo, 5 remeros por banda, con su uniforme, pantalones azules Mahón y camisa de mil rayas, para la época veraniega, que tan de moda estaban, tal cual los soldados que luchaban en Filipinas. En invierno, pantalones gruesos de lana parecidos a los usados en marina con tabardo cruzado del mismo color, botonadura dorada con la insignia del cuerpo y visera negra. A esta indumentaria se la conocía, como salva vidas. Dado que al ser el tejido tan grueso, que de caer al mar, se salvaban. Curiosamente eran muchos los hombres y mujeres que no sabían nadar y de tener suerte, aquella indumentaria les podía ayudar.

Me recordaba el mecánico de la motora, al cel sia, que su padre en gloria esté, patrón de Na Catana, Jaime Caules Taltavull, abuelo de una servidora, que el oficio de remero para aquellas embarcaciones, no podían ser cualquiera, debían estar dotados de mucha fuerza. Por regla general se encargaban de ello los propios soldados de Intendencia. Haciendo guardias y turnándose.

Una vez inaugurados los remolcadores en 1923, los lanchones dejaron de ir al remo, siendo los complementos de las motoras prestando su servicio al máximo. Por todos es bien sabido la cantidad de personal que se encontraba en la Fortaleza de Isabel II, en la Isla del Rey y en Villa Carlos, aprovechando aquel medio de viajar. Tan diferente al actual que hay carretera, antaño sólo se hacía por mar y los únicos que podían atracar a los amarres de la escalinata de los Griegos, eran las embarcaciones militares a no ser Pepe Vila que vivía en Es Castell y con su bote, hacía algún servicio a los que llamaban servicis de rebot. Había otros que también se dedicaban a lo mismo, pero no con tan buena suerte, debido a su elevado precio.

Sin duda alguna, eran muchos más de 110 hombres los que se colocaban en la embarcación, iban com dins una lata de pinxas. Una vez que la motora tiraba amarras y se ponía en marcha, lanzaba un cabo a la llanxa llevándola de remolque, incluso en ocasiones llevaba las dos.

Fue una estampa muy peculiar la que dejaron aquellas embarcaciones. En verano marcaba la hora de poder tomar baños de mar, los niños gritaban a sus madres?mamá, mamá, ya son las 12. El ronronear de sus potentes motores inconfundibles, marcaban huella a su paso atravesando el espléndido marco del puerto mahonés. Una auténtica lástima a la vez que vergüenza no dispongamos de ninguna de aquellas embarcaciones, lo dije y diré tantas veces sean precisas, los mahoneses somos diferentes, diferentes al resto de los españoles, despreciamos con demasiada rapidez nuestras cosas, no sabemos valorizarlas.

Incluso a muchos les cuesta reconocer épocas mejores, que no deberían avergonzarnos antes bien todo lo contrario, ¿acaso la historia no está repleta de vivencias?, unas mejores, otras peores. De todo ello siempre se puede aprender sacando lo positivo de cada situación, pero negarlo? açò mai.

Y una de las cosas que más me duele, es que todos hablan de lo mal que siempre llevamos el tema turismo, como si éste hubiera sido el único motor que genera doblers, juntamente con la cantidad de industrias establecidas en toda la isla que representaba el mayor orgullo de los isleños, pero nadie, lo que se dice nadie, se ha atrevido a decir en voz alta, que los que también ayudaron, después de la guerra hacer girar la gran rueda de la economía, fueron los militares. Sí señores, la gran cantidad de soldados que aquí venían destinados para cumplir el servicio militar, hacía que hubieran muchos mandos. Los había solteros y casados, estos con sus familias, al principio solían vivir realquilados, hasta que encontraban casa, muy pronto se encontraban trabajando en sus hogares la popular bisutería. Y Mahón era un auténtico vergel, al contrario de las otras poblaciones de la isla parecía una jornada festiva. Sí señor, a la hora del paseo amollaven sa tropa paseando por la ciudad, adquiriendo comida para merendar, tomando café pudiendo elegir entre los muchos que había, otros iban al cine. Mahón respiraba prosperidad, con trabajo para todos cuantos querían trabajar, porque vagos siempre los hubo y los habrá.

Debemos dejar aquel espléndido Mahón, es hora de regresar a casa, pero antes nos asomamos en el mirador de la Miranda, desde lo alto divisamos las 2 llanxes amarradas frente el cafetucho den Gil ,esquina con la cuesta, el que abrió por vez primera aquella taberna a finales de 1800, la traspasó a Pepe es valencià, allí encontramos a Revetlo, la compró la señora María madre de Dolores, alquilándola a la familia del American bar, a na Montse y por último Mario, ahora permanece cerrado pero muy pronto, según noticias, nuevamente abrirá sus puertas y es que Paquita la nieta de la señora María jamás la ha querido vender, demasiadas historias, demasiados recuerdos familiares?.