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Los alcaldes menorquines, salvo el de Es Migjorn, han acudido puntuales a FITUR. Han deambulado por los pabellones y seguido la estela institucional marcada por los gobiernos central y autonómico. Y como cada año han dejado para la posteridad la foto de familia en la que aparecen sonrientes y satisfechos de la atención que les prestan los medios locales desplazados a cubrir el evento. Es una instantánea de consumo interno y enmarcada en la autocomplacencia envuelta de propaganda oficial.

Los municipios se han enriquecido del turismo en los años de las vacas gordas. Todo ello con una cierta despreocupación, e incluso un doble discurso, a la hora de mantener la vaca que amamantaba las arcas públicas. Ahora, en tiempos de crisis, la merma de ingresos generados directa o indirectamente por esta actividad ha hecho saltar las alarmas. Todos dicen apostar por un turismo sostenible y que ofrezca un producto diferenciado. Pero la realidad es tozuda y la imagen de nuestras urbanizaciones - siempre hay excepciones- deja mucho que desear. Los ayuntamientos tienen la responsabilidad de mantener y conservar el entorno donde nuestros todavía fieles "guiris" van a disfrutar de las excelencias de la Isla. Lo urgente es ponerse a trabajar sin demora para que las personas que nos visiten encuentren un entorno limpio y cuidado, como en las postales y los vídeos promocionales que se han visto en FITUR.

Pere Melis Nebot