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J. Carlos Ortego
Es probable que el presidente del Gobierno no acabe su mandato. Están chorreando críticas como nunca, no las de la oposición, que vienen de oficio, sino las del ciudadano de a pie y la empresa. La crisis amenaza su estabilidad más que ninguna otra. Desde los tiempos de Adolfo Suárez y la UCD no se recuerda una etapa tan destemplada, tan árida económica e institucionalmente. Y Suárez se fue.

No son los mismos tiempos.Zapatero no sufre la erosión de la oposición, porque el Rajoy de hoy no es el PSOE que acorraló a Suárez con aquel Guerra mordaz y un poco deslenguado. Ni padece ZP el desorden económico con una inflación que rozó el 20 por ciento ni gobierna un país desenganchado de las instituciones europeas ni tiene un Estado por construir. Tampoco afronta el acoso de los sindicatos, que andan más preocupados por la memoria histórica que por el inquietante presente.

No tiene esos problemas Zapatero pero el contraste entre la España que encontró y la que previsiblemente va a dejar es impactante. Heredó un país en plenitud y cinco años después evoluciona hacia el yermo, aburre su discurso flácido, asustan sus dudas. El Gobierno tampoco le ayuda, muy paritario pero poco eficiente, alguna ministra causó sonrisa por su ignorancia y frivolidad, pero ahora se echan de menos las ideas.