TW
0

Marga Vives
El legendario Pitágoras definía armonías numéricas para explicar todo cuanto le rodeaba, allá, en la Grecia del siglo VI antes de Cristo. Sepa, pues, que el vicio de describir la realidad a golpe de cardinal es oficio antiguo. El uso de piedrecillas ("calculus") para enumerar, sumar y restar, antecede a esa época.

Después los humanos hemos cuantificado incluso lo aparentemente intangible, hasta descubrir que todo número dividido por infinito es cero. ¿Sabía usted que hay números tan inconmensurables que sólo es posible representarlos electrónicamente? Es lo que tiene haber inventado el ordenador. El número Pi, de interminable apellido digital, fascina a eruditos siglos ha. Lo mismo que el número "e", que nunca se acabará de calcular.

Acotamos cuanto cabe en nuestro Universo, aunque para ello hayamos tenido que inventar abreviaturas de la cifra, que nos permiten visualizar lo inabarcable mediante el simple dígito. Hay 10 elevado a once estrellas en la Vía Láctea, 10 elevado a 14 conexiones neuronales en el cerebro y 10 elevado a 50 átomos en la materia terrestre.

Nuestra propia existencia se reduce a un puñado de códigos numéricos. Un D.N.I., una cuenta corriente, un historial médico, un turno en la cola de la pescadería. O en la del paro. Qué clarividente, este Pitágoras. Resultó que somos números. Luego existimos. Con el permiso de Descartes, claro está.