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El alcalde de Ciutadella ha presentado la dimisión antes de que una moción de censura le retire del cargo. La reacción es lógica desde el punto de vista humano y comprensible en lo personal pero inoportuna políticamente porque no sólo no clarifica un panorama que empezaba a despejarse sino que complica el procedimiento de la sucesión al frente del Consistorio. Ha desactivado el mecanismo de la moción de censura y prolonga el estado de provisionalidad que se abrió en el gobierno municipal el 31 de julio cuando el alcalde y ocho concejales de su grupo rompieron el pacto y abandonaron el PP.

Brondo ha precipitado un desenlace que se había quedado sin alternativa, resistir entre el acoso del resto de fuerzas políticas carece de sentido y resta energías a una acción de gobierno que exige plena dedicación. Extraña, en todo caso, la decisión individual en el seno de un grupo de concejales cuya fuerza ha residido en la unión y en las medidas tomadas en bloque, salvo que forme parte de una estrategia dilatoria. En efecto, la situación creada por la dimisión aplaza la previsión de recambio derivada de la moción de censura y permite plantear otras hipótesis a medio y largo plazo, pero ninguna solución inmediata.