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F. Saborit Soriano
Las elecciones en el País Vasco han dejado un panorama complejo pero interesante, en el que, matemáticamente los partidos autodenominados constitucionalistas suman los escaños necesarios para provocar un giro histórico en el gobierno de Euskadi. PNV, Aralar, Eusko Alkartasuna y Ezker Batua no conseguirían sostener a los nacionalistas en el poder y ahora éstos, curiosamente los que más basan su discurso político y de campaña en distanciarse de Madrid, deben estar con los ojos puestos en la sede socialista de la calle Ferraz, que ya habrá comenzado a echar humo. Porque aunque, como fuerza más votada el PNV tenga que liderar las negociaciones, y éstas deban desarrollarse en el ámbito vasco, a nadie se le escapa que un pacto contra natura, una hipotética alianza del PP y PSE, con el apoyo de UPyD, tendrá que ser consentida por el PSOE a muchos kilómetros de Vitoria. Y tal vez, pese a la posibilidad de cambio que se abre después de 30 años, los socialistas prefieran mirar hacia el PNV y regresar al pasado, reeditando el pacto de un gobierno del que, la ahora díscola Rosa Díez, fue consejera.