Santiago Pons Salom junto a su Odoran

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Margarita Caules Ametller
En la parte más alta de la carretera de Sant Lluís, junto al antiguo primer aeropuerto de la isla, actual aeroclub y en estos días la tan debatida casa cuartel de la Guardia Civil, se encuentra el Hipódromo Mahonés, inaugurado a principios de los años 70. Punto de encuentro de familias y amigos, lugar ideal para los amantes de las carreras de caballos. La clientela es fiel al lugar y a las consabidas apuestas. Su cafetería acoge en plan familia a la clientela. Entre semana se pasa el rato jugando a truc o al dominó, mientras otros van y vienen arreglando las caballerizas, dando de comer a sus caballos que tanto miman y protegen.

Precisamente en aquel lugar tuve la oportunidad de concertar una entrevista con Santiago Pons Salom, persona muy vinculada junto a sus dos hijos mayores, Fernando y Carlos, que en realidad fueron quienes le indujeron a esta afición, si bien Santiago Pons Salom lo llevaba en los genes, su padre fue uno más de aquellos jóvenes que el público aplaudía mientras corrían con sus caballos junto a la ribera del mar, en un paraje tan simbólico para estos ciudadanos, el Cós Nou, tan diferente al actual, desfigurado por sus altos edificios y convertido en zona industriosa, cuando fue punto de encuentro en días tan señalados com es dilluns de Pasqua, i es de Cincogema.

Llegó el día y la hora del encuentro en su Canostra, auténtica balconada al mar, con un incomparable marco abarcando una espléndida panorámica sobre el puerto de Mahón. Emblemático lugar, cala Ampartió, Venecia, al frente la isla del Rey, y La Mola al fondo. Mientras la charla se iba adentrando en la profundidad del pasado, a la vez lejano y tan cercano en la memoria de los recuerdos familiares, vividos en la finca de Es Molinet cerca del Arenal d'en Castell. Santiago, con 15 años, el segundo de 6 hermanos, ayudaba al padre en aquel predio de tanta faena, 6 missatges no paraban, el lugar era próspero.

¿Cómo era aquel lugar?
Impresionante, el Arenal d'en Castell, idílico y solitario. Solíamos ir con la familia a tomar baños de mar, mi padre no sabía nadar, lo que hacía que nosotros no pudiéramos arrimarnos al mar. Recuerdo que junto a mis hermanos nos decidimos atar corchos a varias cuerdas y éstas las envolvimos a nuestros cuerpos, a modo de flotador o protección, animándonos a bucear, contentos al comprobar que flotábamos en aquellas limpias y transparentes aguas, fèiem una xalada, semblàvem peixos.
La finca disponía de mucha agua, tanta que mi padre decidió sembrar arroz, amén de lo propio de los predios.

¿Cuántos años tendría cuando empezó a trabajar en el campo y qué faenas desempeñaba?
Desde que tengo uso de razón, ayudar a la familia era lo que se estilaba, mi hermana mayor también trabajaba y mucho, pero al ser varón, tal vez hacía que se contara algo más con mi ayuda. En la noria d'en Pere Jaume des Castell, donde nací y pasamos la guerra ya conducía las vacas al pastoreo o a la boyera, cogía la comida para los conejos y daba de comer a las gallinas, entre infinidad de otras cosas tan propias en un hogar de payeses. Allí pasamos la guerra y me pasó algo que jamás se me ha borrado de mis recuerdos de infancia, estalló una bomba frente la puerta de la cueva y fue tal el estrépito que hizo y la humareda que envolvió el entorno de nuestra casa que se encontraba a pocos metros, que lo tengo muy presente, una imagen imborrable.
Al mudarnos en es Molinet, llegado el mes de agosto con sus largas noches, regaba es blat dindi, mi padre me había dicho que al tener los pies en remojo, significaba era suficiente.
No tan sólo faenaba en la tanca o con las bestias, todos los días pelaba una palangana de patatas, todos los hermanos hacíamos lo propio.

¿Cómo valoraría el sacrificio que representaba para los jóvenes de su edad el vivir en el campo ?
No se nos había dado otra opción, ni tampoco habíamos conocido otro medio de vida, tanto para mí como para mis hermanos, lo acogíamos con naturalidad y en comparación con los que vivían en el pueblo sabíamos que comíamos muy bien, éramos unos privilegiados. Por aquellos alrededores se encontraban cantidad de conejos y junto al arroz de que disponíamos mi madre, a la que llamaban Guideta, excelente cocinera, preparaba exquisitos arroces a la cazuela. El disponer de comida hacía que nuestra familia de Mahón viniera a pasar el fin de semana con nosotros, subían con el coche de Fornells, regresando el domingo a sus hogares cargados de patatas o lo que fuese.
Referente al arroz, decir que cada uno de nosotros lo pelábamos, eliminando las cáscaras, supongo que más natural era imposible?

¿Fue al colegio?
Prácticamente no. En el predio de Ses Coves Veas, vecinos del lugar, una señorita a la que llamaban Mercedes daba clases a las hijas de la finca y en raras ocasiones acudí, pero muy pocas. Al trasladarnos a Mahón, siendo un joven frecuenté las clases nocturnas con el señor Deleuse.

¿Bajaba con frecuencia a Mahón, mientras vivían en Es Molinet?
En un principio muy poco, fue al cumplir los 12 ó 13 años que mi madre los sábados me preparaba un cesto con 10 a 12 docenas de huevos que teníamos vendidos en la pastelería de casa Adrián. La cosa resultaba algo complicada, uno de mis hermanos me acompañaba con sa somereta hasta la casita de camineros, donde esperaba la llegada del correo de Fornells, éste se paraba ex profeso hasta la parada que tenía en la plaza del Bastión, frente el popular bar de La Morada, se encontraban muchos payeses y gentes del gremio, herreros, los famosos catalanes que de manera insistente intentaban vender cortes para trajes, haciéndolo doble atractivo, regalando por el mismo precio otro más. Bajaba por la estrecha callejuela de la Iglesia, pasando frente el Dineret, donde otro grupo más de señores llamados propietarios ofrecían puestos de trabajo a campesinos que se encontraban en el lugar para cambiar es bestiar, hablaban en voz alta pudiéndose escuchar sus comentarios siempre en torno a compras y ventas, haciendo negocios entre unos y otros, una espesa humareda de tabaco de pota y picadillo se dejaba inhalar. Continuaba el camino hasta la Ravaleta, cargado con el pesado y a la vez incómodo cesto que portaba con el consabido cuidado, protegiéndolo de cualquier golpe, no se fuera a romper ningún huevo, era parte importante de las ganancias familiares. La familia Adrián me esperaba y era bien recibido, me gustaba contemplar el escaparate con sus cajas de bombones tan bien puestas en el amplio ventanal, jamás contemplé ninguna abierta. Botellas de champán y otros licores, pero lo más llamativo eran las amplias botellas una encima de otras con tapas de rosca, en su interior caramelos, todos diferentes, envueltos en papeles de llamativos colores, resultaba atractiva aquella manera de mostrarlos al público. En invierno solía comprar los de eucaplitus para la tos y otros desprovistos de papel hechos por el señor Adrián, de miel, decía mi madre que eran un buen remedio para la garganta.

¿De cuántos caballos disponían en la finca?
De 1, al que llamábamos Telo, de color rojizo y de cara blanca, su adquisición fue circunstancial.
Un lunes de la Virgen de Gracia a principio de los 40, al mudarnos de Es Castell a Es Molinet. Un camión trasladó los muebles y otros enseres. Mientras algunos de nosotros íbamos a pie, por el camino coincidimos con el payés de Santa Catalina, que regresaba con su caballo de las fiestas de Mahón, charlando con él, mi padre negoció con l'amo, adquiriéndolo. Pasado un tiempo llegamos a tener varios.
Mi padre, Tòfol Pons, en sus tiempos de juventud fue muy aficionado a los caballos, participó en las populares del Cós Nou, en aquellos años 20 que era una fiesta muy esperada, las corridas que allí se realizaban.

¿Y usted cómo se aficionó a ellos?
Es curioso, me aficioné de mayor, el que verdaderamente había heredado cuanto concierne a aquel mundo era mi hermano Abundio, tot es dia estava eixancat damunt es cavall. Lo mío fue 1º por motivos de trabajo. Sería 1951 cuando nos mudamos a Es Vergaret en el camino de Llucmaçanes. Disponíamos de regadío, lo que motivaba que todas las mañanas bajara al mercado, cargado de las consabidas verduras y hortalizas que una tal Llucia nos vendía. Recién cumplidos los 16, dándome la sensación de que ja era un homo. Enganchaba el caballo al carretón y hacía aquel trayecto, pasando por el centro de Mahón, no topaba con mucho tráfico, pero había que ir con cuidado con los viandantes que andaban muy despreocupados.

¿En qué arma hizo el servicio?
En Infantería de Marina, con 21 años, y había hecho mis primeros intentos de ser albañil. Es por ello que en la Base cuando pedían voluntarios en algún trabajo de peón me presentaba, pero para lo que era requerido, la mayoría de las veces fue para asistente, en casa del comandante Gual y después en casa del almirante, el señor Riera, un caballero, allí pase 6 meses inolvidables, me daba días libres y un trato muy humano, lamentablemente falleció y lo sentí mucho. Trabajando en aquella casa vestía de paisano. El nuevo puesto fue en casa del capitán, de aquellas vivencias podría resumir que el ser servicial me llevaba a que las esposas de los jefes lo solicitaran, ya que si era preciso les fregaba los platos, algo inaudito entre otros compañeros de servicio.

¿Cómo fue su entrada en el mundo de la construcción?
En los años 50, se inició un ­boom en el ramo de la construcción, las primeras casetas a la orilla de playas como, Cala en Porter, Punta Prima, Binibèquer?, los jóvenes como yo procedentes del campo intentábamos un mejor puesto de trabajo, no tan esclavo y no recuerdo cómo debió ser pero sí ser requerido por Rafael Sintes s'Estaló y su socio Juan Moya que edificaban Sa Tanca en la entrada del vecino pueblo de San Lluís. Ganaba 8 pesetas la hora como peón, me tomé el oficio con ansias de prosperar, tanto que al año me subieron a la categoría de oficial y ganaba el doble. Eran momentos de expansión, pasé a trabajar en cala Ampartió arreglando varias casetas a la vez que adquirí una parcela para mí que poco a poco fui construyendo y sin apenas proponérmelo, me surgió el construir el edificio de Sa Nostra en la calle de las Moreras, corría el año 1967, disponía de 10 ó 12 operarios. Los peones cobraban a 14 pesetas la hora y los oficiales a 20. Al finalizar, continúe con varios chalets en Binibèquer y muchísimas obras más, sin olvidar las que hice para el arquitecto señor Villalonga, que constantemente me requería para que le efectuase algún trabajo. Lo recuerdo con mucha estima. Me decanté comprando solares y levantando pisos que iba vendiendo. La demanda era tal que apenas se empezaban y ya estaban vendidos. Tuve muy buenos contactos con el señor Pasarius, Ortiz y otros muchos que son imposibles citar.

¿Y los caballos?
Éstos llegaron gracias a mis dos hijos mayores, por aquel entonces nos habíamos mudado a la carretera de San Luis y a pesar de hacer de constructor, la vida en el campo siempre fue una de mis predilecciones, lo que me llevó a disponer de una viña en es camí Fosc, donde solía llevar a los niños para que jugaran, desde allí se escuchaba el griterío y aplausos del Hipódromo Mahonés. Los chiquillos me corcaven para que los llevara, hasta que un buen día los complací, fue un acierto, llegando a aficionarse, tanto que Carlos ha llegado a practicar a galop i al trot. Fernando el mayor no colca pero es un entusiasta de cuanto tiene que ver con ello.

Aquí, participó uniéndose en la charla Toñi, su esposa y compañera de toda la vida, tienen 6 hijos y 6 nietos, viviendo el matrimonio volcados a la familia, formando un auténtico clan. Ella, al igual que Santiago, vive el mundo del caballo con ilusión, a pesar de que actualmente no acude a las carreras como había hecho siempre. Entre los dos fueron recordando viajes a distintos puntos de la península para adquirir ejemplares que rindieran en nuestro Hipódromo.

Tiago comentó: "La primera que compramos por 1.000 pesetas se llamaba Agua Marina, intentando enseñarla y logrando un 1º puesto. Pero lo suyo fue, haciéndola correr al galope, un éxito. Era hija de Greco, un buen caballo, muy popular, crió dos veces, sus crías no fueron aptas para este deporte.
Compramos a Cela, una yegua preciosa y muy noble, llegó a conseguir premios muy buenos, era hija del famoso Arlechino. Antes de proseguir, puntualizar que la vida de un caballo de galope es muy corta, lastimándose las piernas, ello nos llevó a venderla y la añorábamos tanto que pasamos a Mallorca para adquirirla de nuevo, la encontramos en un estado lastimoso, queia de magra, la cuidamos y volvió a ganar.
Un tiempo después volvimos a Palma compramos 3 caballos, una yegua para carreras largas que se lo quedó Antonio Roca, otro para Toni Llano y Aguifero para nosotros.
Toni de Biniati, el veterinario, nos vendió a Bada Blu, mi hijo Carlos la hacía correr, pasándola al trote, que era lo suyo.
Una vez más nos desplazamos a Palma, regresando con Odoram, que resultó excelente para el cabriolet, por ella pagamos 700.000 pesetas, sus hijas Infaradibam y Loyra P.V."

La charla transcurrió en verso a los llamados nobles brutos y pude comprobar el amor que sienten por ellos, guapo de ver. Añadiendo que en las cuadras y fuera de ellas hay mucho trabajo por hacer, limpiándolas, cuidándolas, enseñándoles. Precisamente en estos momentos Carlos está en ello, trabajando con Tequila, el 1º de mayo desea celebrar su debut, deseándole mucha suerte.

¿De cuántos caballos dispone?
Depende, a veces más, otras menos. Unos 13 entre madres y crías. 8 ó 9 entre trotones y potros.

La tarde pasó tan rápido como el galopar de los caballos en su circuito, la compañía de Toñi, su esposa que ayudaba a Santiago en momentos y experiencias vividas juntos en el fascinante mundo de los jinetes.

Nando, el mayor de los 7 hijos del matrimonio, conocido y renombrado arquitecto, dispone de varios caballos en Mallorca, entre ellos la famosa Lluna Plena, una yegua extraordinaria, que suelen citar en las televisiones y la prensa especializada.