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J. Carlos Ortego
Durante cuatro años, dos presidentes del Gobierno eligieron Menorca como destino vacacional. Fue mera circunstancia que algunos políticos cortos de miras y largos de ilusiones interpretaron como un asunto consolidado, que cuatro años bastaban para crear una tradición, que la demanda vacacional de Menorca entre altas magistraturas merecía una respuesta ad hoc. Y desde entonces, la propuesta se ha incorporado al abanico de asuntos repetidos que se agita cíclicamente contra el gobierno. Suele ir de pareja con el parador de turismo, que planteado en el entorno singular del Lazareto tenía sentido pero fuera de él se ha convertido en una batalla ridícula. Hay debates que deben cerrase con la misma energía con la que se abren, lo de las vacaciones del presidente del Gobierno ya se ha pasado de moda y si el sucesor de Zapatero opta por Menorca lo mejor es que escoja libremente el alojamiento y el llaüt. Es importante renovar la agenda política con la misma agilidad con que se renueva la actualidad, la estrategia de desgaste tiene a veces un efecto perverso, perjudica más a quien aburre con el rollo de siempre.