TW
0

Leí hace unos días que un importante líder político se preguntaba si una catástrofe tan importante como es y seguirá siendo la ocurrida en Haití servía para algo. No es fácil dar una respuesta a un tema tan repleto de interrogantes, sin embargo el ser humano, al margen de credos y nacionalidades, siempre ha sabido responder con la más práctica, la solidaridad.

Y sin embargo nuestra decisión muchas de las veces suele toparse con la desconfianza, la duda de si aquello que damos va a llegar a quien más lo necesita o si manos sin escrúpulos van a quedarse con ello. Esa duda, esos recelos son muy lógicos y respetables, pero de lo que sí estoy completamente convencido es de que, lo que no damos, eso seguro que no llega y con negativas pocas cosas se consiguen. La tranquilidad y confianza puede dárnosla si conocemos a quién y a dónde.

Es muy importante encauzar las ayudas a través de ONG de confianza o si queremos llamarlo de otra forma, ONG conocidas, con renombre, con muchos años de labor asistencial y con resultados demostrados.

Miren ustedes, durante mis veinticinco años de trabajar como voluntario en UNICEF, fui testigo, lo hemos sido todos, de actuaciones poco éticas por parte de alguna ONG y al decirme que esa o aquella organización no eran fiables, yo solía responder que las ONG eran fiables, serias y escrupulosas pero que, lo que ocurría, es que de vez en cuando, algunos de sus miembros, que son seres humanos, no lo son y pasa lo que pasa. Mientras no tengamos la capacidad suficiente de organización para poder entregar con nuestras propias manos, personalmente e in situ las ayudas, que eso sería lo más loable y deseado para nuestras conciencias sembradas de dudas, no tendremos más remedio que confiar en las ONG establecidas pero eso sí, mi consejo es que lo hagan sólo en aquellas destacables ya que, entre otras cosas, cuentan con la suficiente logística para llegar donde se las necesita. Creo que por desgracia para esto sirven las tragedias, para mover conciencias y poner en marcha voluntades.

Estos días estamos siendo testigos y seguiremos siéndolo, de movimientos recaudatorios por parte de jóvenes y adultos que no son deportistas de élite, ni famosas estrellas cinematográficas, ni cantantes de primer orden, son simples personas cuyas conciencias son llamadas de repente a dar un sí sin otro fin que sentirse solidarios aunque sólo sea aportando su minúsculo grano de arena.

Para eso sirven las tragedias. Ahora sólo queda, por parte de quienes somos simples espectadores, responder a esas llamadas.