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La reacción estos días del gobierno insular a raíz del malogrado proyecto vitivinícola de Torralbenc Vell aludiendo a una conspiración mediática, una campaña y ofensiva contra el PTI, recuerda lo acaecido con otros gobiernos poco después de achacar sus males a fantasmagóricas conspiraciones. Esto le sucedió al gobierno de Felipe González, cuando ahogado por los casos de corrupción, el GAL, la financiación ilegal del partido socialista y debilitado por sus divisiones internas (recuerden los guerristas), habló entonces de una conspiración mediática para derribar su Gobierno. Aquella paranoia anunció el final de una época. Lo mismo sucedió con el gobierno de Aznar. La prepotencia del presidente en su última legislatura, la aventura de implicar a España en la Guerra de Irak en contra de la opinión pública mayoritaria, la mala gestión informativa de los atentados del 11-M y las divisiones internas del partido sobre este tema hicieron mella en el gobierno. Sin embargo, también achacó sus males a una conspiración. De nuevo la paranoia anunció el fin. Hace unas semanas algunos dirigentes del gobierno Zapatero también hablaron de conspiración internacional en contra de la economía española, cuando sus males se ven cada día en las listas del paro y en las economías familiares. Visto lo visto, la paranoia conspiratoria de Zapatero se revela como un mal presagio y lo mismo se puede aplicar a la reacción del gobierno insular.