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La primera medida que una familia toma cuando sus ingresos disminuyen es la de reducir el gasto, elabora un "presupuesto" en el que las partidas más importantes, las básicas, son alimentación, "mantenimiento", colegios de los hijos, luz, agua... y poco más, reduciendo drásticamente los gastos superfluos; se limita el uso del coche y las salidas con los amigos y reducen aquellas "facturillas" que pueden ser evitadas.

Los gastos no necesarios fluctúan en relación al vaivén de las subidas o bajadas de la "cesta de la compra" porque el objetivo es intentar llegar a fin de mes con un remanente en caja para incrementar la partida reservada a los gastos imprevisibles.

Si los gobiernos aplicasen a sus macro presupuestos los conceptos de la economía doméstica posiblemente evitarían muchos quebraderos de cabeza; incluso con sólo reducir los gatos superfluos las consecuencias negativas serían menores, pero es por ahí por donde "pierden agua", en el descontrol de dichos gastos que no quieres reducir.

En nuestro país esta debería ser la primera propuesta, la de reducir gastos y esto, aunque suene a "beneitura", es posible, partiendo de una política de austeridad que debería iniciarse con un recorte de los cargos públicos innecesarios e incluso duplicados, digo cargos públicos también cabría añadir los nombramientos a dedo -cargos de confianza- y apoyarse decididamente por los "currantes" lo cual evitaría el tener que hablar de la congelación del sueldo de éste importante colectivo, el de los funcionarios.

Sin embargo, quiero recordar que la primera obligación de un gobierno es la de gobernar, y hacerlo tanto en tiempo de bonanza como cuando las aguas bajan bravías, adelantándose a los acontecimientos y no esperar a que estos se hayan consolidado; también den ser -los gobiernos- firmes en las decisiones que crean son las más idóneas.

Todos sabemos que es más fácil ir a favor de viento que remar a contracorriente, pero tanto lo uno como lo otro entra dentro de la agenda del político; si hay que modificar el sistema financiero, si la reforma laboral es imprescindible, si hay que mejorar la Educación y reducir el déficit, aunque las medidas sean impopulares, el gobierno, cualquier gobierno debe hacerlo aunque evitando que "els escaldats" sean los menos favorecidos, los trabajadores, los pensionistas, etc. etc.

La presión fiscal debería establecerse casi a la medida de cada ciudadano, pero sobre todo ha de ser justa y equitativa apelando al sentido de la responsabilidad y de la solidaridad, pero predicando con el ejemplo, porque en un país como el nuestro no podemos permitir que ante salarios de subsistencia existan nóminas millonarias con blindajes que quitan el hipo. Es cierto que siempre habrá quienes gocen de una situación mejor que la de otros, siempre habrá desfases, pero que éstos sean los menos posibles y más racionales.

Un país inmerso en una terrorífica crisis, con un déficit que en el pasado año alcanzó los cien mil millones de euros, no se puede admitir que los dos futbolistas mejor pagados del planeta militen en equipos españoles; dicen que es la ley de la oferta y la demanda quien impone las condiciones, pero ésta excusa moralmente carece de valor, aunque sé que lo moral, lo ético, no cotiza porque lo que se lleva es el glamour de la pasarela Cibeles.

Me dirán que tales situaciones son legales, pero esto a mí no me sirve, lo sé, pero no lo acepto, por lo menos yo seguiré apostando por un modelo de país con menos vividores o aprovechados y con más ciudadanos responsables porque creo que el hoy, que debe alumbrar el futuro, empieza con el compartir... porque además de la libertad, de la justicia -con el añadido de la solidaridad- y de un gran respeto para todos, la solidaridad es necesaria, aunque su solvencia económica sea escasa, la suya es la "rentabilidad" moral que cotiza a la baja.