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Esperanza Aguirre, Presidenta de la Comunidad de Madrid, es una mujer lista; muy lista. Capaz de meterse en los más intrincados jardines y salir de ellos con desparpajo, sin tan siquiera despeinarse. Dispuesta siempre a dar la nota pero a favor de su propia imagen de política echada "pa lante". Lo mismo abre melones intempestivos que los cierra sin que se le note la más mínima herida ni a ella ni al melón.

Por eso, porque es así, chula, valiente, descarada y lista, le gusta tanto a un tan amplio sector de madrileños. Es, en definitiva, la quintaesencia del más rancio populismo; ella lo sabe, lo fomenta y obtiene de ello el rédito que espera.

En sus batallas utiliza armas que luego pueda escamotear como un prestidigitador. Tan solo un micrófono indiscreto es capaz de mostrárnosla tal como es. Pero, aun en esas circunstancias, es capaz de vendernos una burra con la que salir airosa. Porque dice digo y diego con la naturalidad con la que se enfunda unos calcetines, se viste de chulapona o de faralaes, o le canta cumpleaños feliz a un ministro al que aborrece. Como aborrece a Gallardón del que, según ella, se siente como una madre o una hermana.

Así, emprendió su batalla personal contra Rajoy, y cuando vio que no era el momento oportuno para librarla con éxito, cejó en el empeño y cambió de discurso. Hoy es la mayor y más afanada defensora del presidente de su partido. Aunque nadie dice que esa sea una batalla perdida definitivamente. Tiempo al tiempo.
Ni Iñaki Gabilondo, incisivo entrevistador donde los haya, pudo hacerla caer un renuncio. Lo intentó una y otra vez en su programa Hoy de CNN+, pero la Presidenta se escabullía con la habilidad y la eficacia de una anguila. Incluso, en los momentos en que pudo sentirse más acorralada, fue capaz de entonar algún que otro "mea culpa" con el que ganarse las simpatías de su auditorio: el suyo, naturalmente.

Su última ocurrencia, haciendo, una vez más, gala de su impenitente oportunismo, ha sido la de declarar la fiesta de los toros Bien de Interés Cultural. Con ello no pretende realmente proteger las corridas -que en su comunidad no están cuestionadas-, lo que busca es el aplauso de su clientela madrileña, abriendo un debate absurdamente identitario para manifestarse abiertamente contra Cataluña. No se es ni mas ni menos español, ni mas ni menos catalán por apoyar o denostar las corridas de todos. La cosa va de otra cosa.

La ocurrencia de Aguirre es un ejemplo más de populismo demagógico al que no han tardado en sumarse las comunidades de Valencia y de Murcia, donde, dicho sea de paso, tampoco se ha cuestionado de momento la fiesta.

Esperanza Aguirre es una "lideresa" muy populista que en esta ocasión se ha pasado de lista.