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La señora Anna Hernàndez i Bonancia (nacida Ana Hernández Bonancia) es la madre de las niñas del Presidente de la Generalidad de Cataluña el Sr Josep Montilla i Aguilera (cordobés nacido José Montilla Aguilera). El Presidente de la Generalidad (de los Montilla cordobeses de toda la vida) como máximo jefe del ejecutivo autonómico catalán ha venido aplicando y defendiendo políticas restrictivas con respecto a que sus conciudadanos puedan elegir la lengua de los estudios de sus hijos de entre las constitucionales que marca la ley suprema española. De hecho el presidente cordobés ha forzado e impuesto la enseñanza en catalán con el fin de poder "cohesionar el país" (Montilla i Aguilera dixit). Defiende la inmersión lingüística e incluso multa, el presidente cordobés de los catalanes, a quienes se atrevan a desafiar sus "órdenes" y califica, este señor cordobés, de antipatriotas catalanes a quienes no asumen las directrices lingüísticas que impone a sus gobernados.

En una prueba de la coherencia que preside sus acciones, el matrimonio Montilla i Hernàndez lleva a dos de sus hijos al elitista Colegio Alemán de Barcelona donde sólo se enseña una hora semanal de catalán. La coherente Sra. Hernàndez i Bonancia reconoce que "dan poco catalán esa es la verdad pero, bueno, ya lo supliré más adelante. Prefiero que sepan alemán". Y continúa "los niños saldrán del Colegio dominando perfectamente inglés y alemán. Sólo por saber alemán ya encontrarán trabajo, es como tener una carrera". El Colegio vale 400 euros al mes por niño.

Es muy loable que los padres se preocupen por dar la mejor formación posible a sus hijos para que se puedan enfrentar con garantías a su futuro. Pero mientras ellos, los Montilla i Hernàndez con ingresos superiores a los 270.000 euros anuales pueden financiar una educación solvente e internacionalista a sus hijos, en una prueba de la más rancia hipocresía condenan a todos sus otros conciudadanos con menos recursos (y sin posibilidades de acudir a una escuela privada) a una educación limitada y de cariz político que coartará las posibilidades de futuro de todos los amigos de sus hijos.

Manipular la educación según las conveniencias ideológicas se ha convertido en la primera finalidad del nacionalismo.

Recuerda el imprescindible Fernando Savater que hay "autonomías que van en busca de algo irreductible que vender en el mercado de las identidades - los nacionalistas y asimilados llaman "lengua propia" no a la materna o a la que la gente prefiera hablar, sino la que ellos consideran apropiada para consolidar la singularidad del "miniestado" que quieren administrar. Así se explica la inmersión lingüística , las disposiciones coactivas sobre rotulación de comercios, doblaje de películas, los Parlamentos autonómicos en los que se prefiere chapurrear malamente a hablar en castellano y tantas otras cosas: hay que convertir por la buenas o por las malas lo políticamente apropiado en lingüísticamente propio. Si no se toman las medidas adecuadas, la gente puede equivocarse de lengua, preferir la común del Estado o la que mayores posibilidades de entendimiento universal ofrece, y dejar en segundo lugar a la que más conviene a los gestores de su campanario. Si la desafección de los habitantes no garantiza la hegemonía cultural que se busca - diferencial e identitaria- hay que asegurarla por la vía institucional, caiga quien caiga: al final el rostro remiso terminará pareciéndose a su retrato preestablecido, faltaría más".