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La visita reciente de un representante de la UNESCO y su elogiosa valoración de la riqueza monumental de Menorca han reanimado las expectativas de aspirantes a la declaración de Patrimonio de la Humanidad. El IME ha iniciado el proceso desde una convicción realista y con la finalidad de abrir una nueva vía de reconocimiento que, como mínimo, redunde en la conservación de este patrimonio público. No será fácil ni rápido, se habla de un plazo mínimo de diez años y un complejo expediente burocrático. Quizá tampoco sea necesario para asegurar la protección de estos bienes, pero no cabe duda de la repercusión y beneficios en difusión e inversión que se derivan de una declaración internacional de esta naturaleza.

La experiencia de la reserva de la biosfera ha de servir de referencia inexcusable para marcar este nuevo camino que, de entrada, habría de motivar un mínimo de debate social y concluir en consenso social y político. Ese debate no debe olvidar que además de la dimensión cultural subyace en esta candidatura un natural interés de revalorización del producto turístico, puesto que Menorca uniría a sus condiciones naturales ambas etiquetas de la UNESCO, una garantía de incremento del turismo en calidad y cantidad, según Ángel Morillas.