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Lo que está sucediendo alrededor de dos temas jurídicos, la denuncia contra el juez Garzón y el fallo pendiente del Tribunal Constitucional sobre el Estatut de Catalunya, es muy preocupante. Es el espejo en que se descubre un enfrentamiento interesado que no se corresponde con el sentir mayoritario de los ciudadanos y que representa un enorme obstáculo para que se haga justicia. Seguramente nadie escuchará una llamada a la responsabilidad porque cada uno juega según sus propios intereses y sin valorar el perjuicio que se causa a los valores democráticos y al respeto a las instituciones. Los partidos políticos mayoritarios establecen las estrategias sólo en función de su objetivo de conservar o de apropiarse del poder. Y algunos medios de comunicación con influencia, calcan o dirigen esas posiciones y más que servir a los ciudadanos con una información veraz buscan argumentos que avalen unas tesis apriorísticas. Y las instancias judiciales parecen absorber ese clima contaminado, en el caso del TC desde el origen, desde la designación de sus miembros en función de cada adscripción ideológica y no por la capacidad profesional. Hay que valorar las voces que se alejan del enfrentamiento y que reclaman el clima necesario para ejercer la Justicia, con mayúscula.