Mahón, 9 de octubre de 1929. Plaza de Augusto Miranda. El rey Alfonso XIII. Archivo M. Caules

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Poco, muy poco queda ya de las antiguas escuelas graduadas. Algunos alumnos, ningún maestro (me refiero a los que tuvieron el honor de inaugurarlo). En cambio el edificio, aquel emblemático caserón ahí está contra viento y marea, en estos momentos més mar que vela. Y es por ello que me encuentro aquí, intentando hacer de portavoz, si es que mi voz puede ser escuchada por los hombres que han tenido la fatal idea de llevarse algo que pertenece a nuestra ciudad, a los mahoneses, a los padres y familiares de alumnos y ,por último, a los futuros hijos del pueblo.

No sé de leyes, no entiendo de cuanto dictan los prohombres de la política, dichosa política, ésta lo engloba todo, i mos fa pasar per s'embut. Con la particularidad de que la señora política es fría como un glaciar, no sabe, no entiende, ni tampoco le interesa comprender los sentimientos de los humanos. De lo contrario, otro gallo cantaría y no se hubiese armado la marimorena, de nuestra querida escuela Graduada, Primo de Rivera, y su inexplicable traslado.

Me equivoqué al empezar la semana pasada hablando de la visita del rey Alfonso XIII, aquel frío y lluvioso 12 de noviembre de 1927, con motivo de poner la primera piedra de la nueva escuela, la misma que ahora desean quitar. Después de entregada sa xerradeta en el Diario, me di cuenta de que debí empezar como lo haré a continuación.

Por ello, me remontaré a principios del siglo XX, cuando se veían y se palpaban las diferencias sociales. Mientras las niñas y los niños de familias adineradas eran levantados por ayas, nurses, criadas o niñeras, vestidos adecuadamente, tras un suculento desayuno provistos de ropa de abrigo en invierno, bien calzados y arropados, iban al colegio. Los otros, los hijos de casa humilde, empezaban a trabajar cuando apenas mostraban una mano indicando los años que tenían. Aquellas mismas manitas, en vez de perderse entre muñecas, recortables, soldaditos de plomo o mèrvils, se perdían en un lebrillo lleno de fría agua, fregando platos y cacharros subidas en lo alto de un cajón, porque eran tan pequeñas que no arribaven ni a sa carbonera. Mientras los niños ayudaban en alguna casa predial, a conducir el ganado de una tanca a s'altra y muy pronto los ataban en lo alto de una mula o un asno, cargado con las jarras de leche camino al pueblo, donde sería vendida.

La mayoría de escuelas eran insalubres, oscuras, instaladas en cuartuchos poco recomendables por su humedad y malolientes a falta de ventilación, en una época de enfermedades contagiosas. A ellas acudían niños de todas las edades y de muy diversa capacidad intelectual.

Y de los maestros, qué decir de aquellos hombres y mujeres, obligados en atender a chicos de tan distinta condición mental. Hoy, su mal humor, su excesivo celo, mal carácter, malos modos, empleando medios violentos, lo achacarían a depresiones... No todos fueron así, los hubo buenos, tanto que compartieron con los más humildes la merienda de la tarde.

Aquellas escuelas, donde aprendían las primeras letras, se enseñaban a leer, escribir, conocer los números y las diferentes operaciones aritméticas, a rezar, cantar, el catecismo, algunos ejercicios gimnásticos y hacer labor, les llegó en tiempos de la república un aire fresco, sí, sí, digo bien, aulas ventiladas con grandes ventanales, con su patio donde los vecinos compartían las risas y los juegos de los niños y niñas que allí acudían. Pero antes, para llegar a este punto de gozar del nuevo colegio, debieron suceder infinidad de cosas.

Difícil y complicado debió resultar para el alcalde y concejales tomar la decisión de la remodelación o expansión de nuestra ciudad. Entre ellas, la adquisición de casas que más tarde serían derribadas, para abrir una nueva calle, a la que denominarían Duque de Crillón, enlace con la de José María Quadrado. Las críticas devien ploure d'un bon pas. Lógico. Somos humanos, y a nadie le agrada que le expropien sus pertenencias.

En el pleno del 8 de junio 1927, se acordó el precio de adquisición de la casa número 113 que se debía comprar en la calle del Conde de Cifuentes para destinar su superficie a la calle Duque de Crillón. Acordar las condiciones del concurso para la venta de solares sobrantes de la Avenida de José María Quadrado, que se estaba construyendo. Lo que se hizo público para conocimiento del vecindario.

Tal como adelanté la semana pasada, una vez demolida la noria de la Explanada, se decidió dar la notoriedad merecida al acto de la primera piedra del colegio Primo de Rivera, nadie mejor que su majestad el rey Alfonso XIII. Según ya informé, su majestad partió con canoa, desde la escalinata de Cala Figuera hasta la Estación Naval. De nuevo fue desem­barcado en el muelle de Levante, subiendo por la cuesta de la Independencia, a la que el pueblo la llamaba sa costa Nova, pasando por las calles de Santa Teresa, San Sebastián, plaza de Augusto Miranda, del Príncipe, Arravaleta, Nueva, desembarcando frente al Ayuntamiento. Durante todo el recorrido fue vitoreado por un pueblo con ansias de ser favorecido por su majestad. Las señoras arrojaron pétalos y flores desde los balcones engalanados para la ocasión.

En aquellos momentos, el Ateneo mahonés se encontraba donde más tarde sería el hotel Bustamante, precisamente frente aquella puerta formaron los Exploradores y desde la plaza del Carmen hasta las casas consistoriales en primera fila se encontraban los niños y niñas de los colegios. Los primeros provistos con banderitas y las segundas con lazos de papel con los colores nacionales en el pelo.

En la plaza de la Constitución la banda municipal y el somatén armado.

En el Ayuntamiento hubo recepción, marchando luego al salón Victoria, donde fue obsequiado con un lunch, y desde allí se dirigió a los terrenos del ensanche junto a la Explanada, colocando con toda solemnidad la primera piedra del grupo escolar y luego fue a visitar la nueva pescadería, examinándola detenidamente y alabando su construcción. Regresando a la una de la tarde a bordo del Príncipe Alfonso, donde almorzó, sentando a su mesa a las primeras autoridades.

Poco antes de las tres de la tarde subió nuevamente a la ciudad y por la carretera general se dirigió a Alayor, Mercadal, subió hasta Monte Toro, Ferrerías y Ciudadela, regresando al puerto mahonés para embarcarse de nuevo, agradeciendo a las autoridades las atenciones recibidas, prometiendo volver para la inauguración del Primo de Rivera.

Tal como dijo, regresó a primera hora de la mañana del día 9 de octubre de 1929, fondeando con doble ancla, atracado de popa al muelle de la base naval, la espléndida moto nave Infanta Cristina, a bordo del cual viajó, asistiendo a las maniobras navales el monarca español. Rápidas y seguras fueron las maniobras del buque, cuyas potentísimas hélices revolucionaron las aguas más profundas del tranquilo puerto.

Acudieron a recibirles las primeras autoridades de la isla, visitando la base naval de donde en automóvil salió a las nueve cincuenta minutos hacia la Albufereta, para marchar luego a Fornells, cuyo espacioso puerto es objeto de la atención actual de las autoridades de la Marina de Guerra. Regresando después de visitar Monte Toro, dirigiéndose por la calle de Cifuentes a inspeccionar el nuevo edificio escolar del ensanche. Don Alfonso dedicó elogiosos halagos a la construcción, a la rapidez con que se ha efectuado y recordó haber puesto la primera piedra.

El periódico republicano "La Voz de Menorca", órgano admirable por su corrección y buen hacer a la hora de escribir del monarca español a pesar de no comulgar con sus ideales, escribió mucho mas sobre como se desarrolló la jornada del monarca entre los menorquines, que no encuentro oportuno, ya que por mi parte tan sólo intentaba comentar de una inauguración, que no puede caer en el olvido tras 81 años trascurridos.