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Cuando en el cole hacíamos mal los deberes se nos castigaba, no muy severamente, pero sí lo suficiente para que nos diéramos cuenta de nuestros errores.

No, no me refiero sólo a los fallos en el aprendizaje, me refiero a esos otros deberes que con el paso del tiempo nos iban a permitir calibrar lo que está bien de lo que está mal, lo justo de lo injusto y la posibilidad de tomar partido a favor o en contra por nosotros mismos y no por normas establecidas y aceptadas casi a ciegas.

El borrego ha existido siempre y suele moverse a sus anchas cuando cree gozar de libertad mal entendida. Cuando se da cuenta qué poco puede hacer y deshacer es cuando se fija en sus semejantes más allegados, cuando se une a ellos para diluir su individual en ese otro invento llamado rebaño.

El rebaño de borregos deja de tener personalidad propia para adquirir la personalidad del grupo y pronto el borrego individuo se da cuenta de que ya no pinta nada o casi nada y que su existencia es manejada dirigida por otro, otro borrego como el, con aspecto bobalicón pero con un don especial: ha nacido para ser líder de la manada, es igual que sirva o no, que sea mejor o peor que los demás, la cuestión es quien es el que manda y punto (que no significa final sino a callar).

Y díganme ustedes después de haber pasado una jornada de Sant Jordi entre rosas y lecturas, lo que se dice cultivándose, haciendo patria y cultura y echando la vista atrás y a su alrededor, palpa que las cosas no van como desearía, que a nuestra Isla se la está duchando con cubos de agua insana por la mala imagen, los abusivos precios, la poca profesionalidad de algunos de nuestros establecimientos, que nuestros visitantes, muchos de ellos, se marchan con el ceño fruncido y con un montón de interrogantes. ¿Y estamos realmente convencidos de que nuestro inviolable título de "reserva de la biosfera" nos va a salvar sin nuestra participación, como si se tratase de una varita mágica?

Y por si fuera poco, ahora hasta tenemos violadores. Hemos limpiado playas, pero es necesario limpiar bastantes cosas más, erradicarlas más bien si es que verdaderamente todavía creemos en el milagro de la recuperación y que nuestra Isla ocupe el lugar que se merece, el que siempre ha hecho que nos sintiéramos orgullosos.