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Me gustaría un día levantarme y leer o escuchar algo nuevo y original. Ya no digo buenas noticias, que las hay pero que no venden porque no interesan. Me gustaría enterarme de que los periodistas en general se han vestido de buzos para sumergirse en las estancadas y apestosas aguas de la morbosa realidad cotidiana, en busca de alguna luz, flor o aroma que alumbre, adorne o perfume la oscura existencia en que el ciudadano se ve sumido. Me gustaría ver gestos gimnásticos, decididos, y no solo frágiles posturitas por parte de quienes nos han montado esos gigantescos pabellones, donde se nos exige desarrollar todos los músculos de nuestro cuerpo excepto los colindantes con nuestro cerebro. Me gustaría levantarme un día y ver que es cierto que Zapatero y Rajoy han decidido ceder, bajar de sus vanidosos pedestales y juntos, que no significa revueltos, coger al toro por los cuernos, la piel de toro que está hecha unos zorros y empezar a hacer país, reunirse, verse las caras al menos cada trimestre y no cada dos años o cuando a uno de los dos se le pasa por la cabeza más que por el espíritu. Me gustaría levantarme un día y todos los días de mi vida sin tener que oír hasta la saciedad a ese puñado de aguafiestas y a quienes sueñan con que este país nuestro se hunda, decirme que "España no es Grecia, pero..." y que vamos a acabar de una vez por todos con tanta corrupción, con tanto mangante dispuestos a enriquecerse y a vendernos por cuatro céntimos.